RECORDANDO A LOS AMIGOS
Por Armando Almánzar Botello
Travestismo textual que manda Madre –Khôra, Proserpina o la Madonna vaginal de Alta Gracia- por culpa de los tontos de siempre ya he caído (maracas). Por obra de freudianos analistas voy cayendo (cencerros), rodando como un cero por la gótica escalera (güiros y tamboras), rumbo hacia la tinta y sus moluscos persistentes (saxo y acordeón desatan su merengue), hacia el macho mar que no se atreve a subir las escaleras, hacia el púb(l)ico y gimiente musgo de la noche…
Me robo falos vulvas libros lunas rememoro. A los ojos de las lenguas de siempre vivo hundido. Escribo con los cuernos, violo puertas, mato perros: mi Sade y Jean Genet cortan al vuelo…
Tropiezo en la bachata y patizambo pierdo el nombre, escupo la verdad y herido a letras, me derramo. Sangrando sombra espesa mi Ego se descombra, se derrumba, cae a fondo -Luis Alfredo torre alta- del prestigio coronado de lo inmóvil que se apaga, a la gloria chorreante y nerviosa de lo incierto…
Jet of Water: Francis Bacon. Afeitada soledad que se desnuda en frío espejo… ¡Oh fantasmas!...
Algo extraño William Burroughs nos cocina en su sartén, sin pañales ni corpiños: jibias, pulpos, ayahuasca y negra carne de escorpión. A José Lezama Lima blando Pedro Lemebel le lame el limo en mi escritura… Hay penumbra en el dolor… La saliva de Perlongher me sutura las heridas…
Voy, a la carne vulnerable y contingente, a las luces brutales y arbóreas de mi abismo, al nocturno parquecito alumbrado de travestis, a la flema y al semen de la vida sin pañuelos (tensos, briosos, enjoyados glandes brillan su música insolente).
Cae la erección hacia lo alto indecidible. Derrida envía flores. Y después de aquel envío, metafísico el amor, mi fantasma y Gómez Jattin lunas buscan derribar. Luis Alfredo Torres canta con la voz de Proserpina: yo no voy con los cobardes a muchachos bendecir, porque temen los pendejos la navaja y el escollo en el humo violento de aquel bar…
Voy entonces decidido, cazador culebro sabio, al azar necesario que se afirma en el andrógino, en el ojo y un esfínter, en un lirio y los testículos, con su oráculo de labios violados por el clítoris. Teorema en la pocilga: Pier Paolo Pasolini a esta noche le da cine.
Voy, latido corazón entero pájaro la sangre, subiendo hacia el sinfondo con tesón la dura roca, de Sísifo mi lengua humedecida, consciente voluntad de ladrón que ahora me habita, Prometeo revertido y paradójico que busca, su fuego en la ceniza, el ascenso en el descenso, la subida en la caída infernal, Ícaro abyecto, gozoso sinsentido lodazal de los orígenes: la densa rabia erótica.
Más alto que lo alto desnudo lluevo abismo. No cejo en el intento: al cántaro los mares profundos del espejo.
Zar con alma de Almodóvar, mi torre sumergida, me nadan por adentro suaves peces encendidos: Vicente, Luis, Manuel, Salvador y Federico. En la noche memoriosa: me sangra el rojo sol de la carnicería…
La música ya vuelve, ¡ay, las olas! Maracas, cencerros, güiros y tamboras, saxo y acordeón desatan su merengue. Mi propia monería de tíguere enchivado me pone piel culebra. ¡Oh, fantasmas de la luna!..
Voy, -ardiendo y asesino- por la carne titilante del mito que me inventa, a lo vivo más intenso y profundo de lo muerto, a cenar en platos limpios lambí a la vinagreta, cricas, pulpos, escorpiones; a robarme los desastres de la noche, a comerme a dentelladas la carne de mi andrógino. Voy, por la Mano de él transfigurada -rueda eterna del retorno- a la angustia existencial que gruñe flores, carnívoras muchachas de lo neutro, hacia el viejo parquecito de travestis y ladrones…
© Armando Almánzar Botello. Agosto 2006
Travestismo textual que manda Madre –Khôra, Proserpina o la Madonna vaginal de Alta Gracia- por culpa de los tontos de siempre ya he caído (maracas). Por obra de freudianos analistas voy cayendo (cencerros), rodando como un cero por la gótica escalera (güiros y tamboras), rumbo hacia la tinta y sus moluscos persistentes (saxo y acordeón desatan su merengue), hacia el macho mar que no se atreve a subir las escaleras, hacia el púb(l)ico y gimiente musgo de la noche…
Me robo falos vulvas libros lunas rememoro. A los ojos de las lenguas de siempre vivo hundido. Escribo con los cuernos, violo puertas, mato perros: mi Sade y Jean Genet cortan al vuelo…
Tropiezo en la bachata y patizambo pierdo el nombre, escupo la verdad y herido a letras, me derramo. Sangrando sombra espesa mi Ego se descombra, se derrumba, cae a fondo -Luis Alfredo torre alta- del prestigio coronado de lo inmóvil que se apaga, a la gloria chorreante y nerviosa de lo incierto…
Jet of Water: Francis Bacon. Afeitada soledad que se desnuda en frío espejo… ¡Oh fantasmas!...
Algo extraño William Burroughs nos cocina en su sartén, sin pañales ni corpiños: jibias, pulpos, ayahuasca y negra carne de escorpión. A José Lezama Lima blando Pedro Lemebel le lame el limo en mi escritura… Hay penumbra en el dolor… La saliva de Perlongher me sutura las heridas…
Voy, a la carne vulnerable y contingente, a las luces brutales y arbóreas de mi abismo, al nocturno parquecito alumbrado de travestis, a la flema y al semen de la vida sin pañuelos (tensos, briosos, enjoyados glandes brillan su música insolente).
Cae la erección hacia lo alto indecidible. Derrida envía flores. Y después de aquel envío, metafísico el amor, mi fantasma y Gómez Jattin lunas buscan derribar. Luis Alfredo Torres canta con la voz de Proserpina: yo no voy con los cobardes a muchachos bendecir, porque temen los pendejos la navaja y el escollo en el humo violento de aquel bar…
Voy entonces decidido, cazador culebro sabio, al azar necesario que se afirma en el andrógino, en el ojo y un esfínter, en un lirio y los testículos, con su oráculo de labios violados por el clítoris. Teorema en la pocilga: Pier Paolo Pasolini a esta noche le da cine.
Voy, latido corazón entero pájaro la sangre, subiendo hacia el sinfondo con tesón la dura roca, de Sísifo mi lengua humedecida, consciente voluntad de ladrón que ahora me habita, Prometeo revertido y paradójico que busca, su fuego en la ceniza, el ascenso en el descenso, la subida en la caída infernal, Ícaro abyecto, gozoso sinsentido lodazal de los orígenes: la densa rabia erótica.
Más alto que lo alto desnudo lluevo abismo. No cejo en el intento: al cántaro los mares profundos del espejo.
Zar con alma de Almodóvar, mi torre sumergida, me nadan por adentro suaves peces encendidos: Vicente, Luis, Manuel, Salvador y Federico. En la noche memoriosa: me sangra el rojo sol de la carnicería…
La música ya vuelve, ¡ay, las olas! Maracas, cencerros, güiros y tamboras, saxo y acordeón desatan su merengue. Mi propia monería de tíguere enchivado me pone piel culebra. ¡Oh, fantasmas de la luna!..
Voy, -ardiendo y asesino- por la carne titilante del mito que me inventa, a lo vivo más intenso y profundo de lo muerto, a cenar en platos limpios lambí a la vinagreta, cricas, pulpos, escorpiones; a robarme los desastres de la noche, a comerme a dentelladas la carne de mi andrógino. Voy, por la Mano de él transfigurada -rueda eterna del retorno- a la angustia existencial que gruñe flores, carnívoras muchachas de lo neutro, hacia el viejo parquecito de travestis y ladrones…
© Armando Almánzar Botello. Agosto 2006
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