Por Armando Almánzar Botello
He recibido recientemente, gracias a los correos electrónicos de algunos amigos poetas y académicos, unos interesantes datos acerca de
Según nos dice la información obtenida, este importante documento es la primera gramática académica publicada en nuestra lengua desde 1931, y ofrece los resultados de once años de investigaciones y análisis de las veintidós Academias de
No lo he adquirido todavía, pero desde ya observo, en separatas de dicho documento ofrecidas por diferentes medios, que "unas van de cal y otras de arena".
Por ejemplo, puedo comentar que no estoy de acuerdo con la definición de Género que figura en el nuevo diccionario normativo. Su carácter evidentemente restringido es el que crea el quid pro quo que parece podemos observar en el texto en cuestión.
Sin que "pequemos" de feministas debemos resaltar que aquella definición de "Género" se limita sin dudas al aspecto meramente gramatical de dicho término, pues obvia la dimensión antropológica, política, sociológica y psicoanalítica de ese concepto (Gender) en el campo de los actuales Estudios Culturales, postestructuralistas y neo-marxistas.
Si entendemos por Género los atributos asignados cultural e históricamente a la diferencia sexual entre hombres y mujeres, podemos hablar de "violencia de género" para aludir a los conflictos y a la modalidad de violencia que resultan de la adjudicación "arbitraria" de roles y cuotas diferenciadas de poder a los sujetos de sexo diferente.
!Esto es algo distinto del simple género gramatical como propiedad lingüística, aunque guarde una cierta relación con esa arista del problema!
Del mismo modo podríamos hablar de violencia racial, violencia ideológica, violencia verbal, violencia sistémica, (Slavoj Žižek), etc. Evidentemente, la violencia aquí no la ejercen la raza, ni la ideología, ni el discurso verbal, ni el sistema abstractamente considerado, sino los sujetos concretos en sus diferentes prácticas.
Al considerar gramaticalmente inadecuada la categoría de "violencia de género", los autores del nuevo diccionario proponen la utilización de sintagmas tales como "violencia doméstica" (restringida, como es evidente, al ámbito privado del domus) o "violencia sexual" (con toda su ambigüedad, en este caso estratégicamente inadecuada) para sustituir a la primera categoría que menciono -sin dudas problematizable críticamente desde una perspectiva filosófica, antropológica y psicoanalítica, pero no por ello menos válida en la relativa coherencia de su particular registro teórico.
En este contexto, la propuesta de
Por otra parte, este posicionamiento conceptual contribuye a una mera confusión entre diferencias sexuales (bio-psicológicas y construidas por el significante, inscritas en la llamada Tabla psicoanalítica de la sexuación: Jacques Lacan) y Género (diferencias más amplias de roles y valencias de dominio entre los sexos, construidas por el cambiante contexto simbólico, histórico-cultural).
La relación que podemos observar entre Physis y Techne, por ejemplo, no es similar a la que existe entre Naturaleza y Cultura. Entre Physis y techne existió en la cultura griega una relación de co-apropiación que no se da en la oposición occidental más tardía naturaleza/cultura.
El gran poeta latino Lucrecio, siguiendo en esto a una cierta vertiente de la tradición griega (que por cierto no es la de un Diógenes de Sínope), decía que la naturaleza se artificializa a sí misma, participa de una "técnica generalizada", y que el grado máximo de artificialización a que llega esta es... ¡el hombre!
El concepto de naturaleza, como algo opuesto radicalmente al artificio y a la industria humana, es una invención tardía de
La categoría de Género es ciertamente "deconstruible" en su oposición al "Sexo", entendido como algo dado de modo "natural".
Se puede mostrar filosóficamente que la oposición naturaleza/cultura ya es, de parte a parte, como diría Derrida, un hecho de cultura y de discurso.
Spinoza hablaba de una diferencia entre Natura Naturata, considerada como producto y explicatio, como algo constituido, y Natura Naturans, concebida como instancia constituyente que transgrede todas las oposiciones metafísicas -incluida la misma oposición de la que forma parte, hasta conducir a una suerte de complicatio indecidible...
Volviendo al "tema vivo" que nos ocupa, después de esta digresión que pretendemos esclarecedora, se hace preciso señalar que, no obstante su relación estructural profunda con la tradición metafísica a la que intenta escapar, la categoría postmoderna de Género, en su apuesta política y filosófica, se propone atravesar por lo menos la oposición privado/público. Ella se propone superar el encierro y el silenciamiento político de la violencia asociada a la diferencia sexual clausurada en el ámbito del domus (casa, hogar).
Por otra parte, el uso del ambigüo sintagma "violencia sexual", puede confundirse con otra categoría menos amplia, aunque pueda ser expresión de la violencia de género: la violación sexual. ¿Dónde están los especialistas que asesoran a los académicos?...
En cuanto a la llamada "redundancia de género" en el sentido de género gramatical, -por ejemplo: diputados y diputadas, escritores y escritoras, niños y niñas, muertos y muertas, etc.- me parece que lo "correcto" y funcional es apelar, por principio de economía lingüística, al universal masculino.
Es exacto suponer que, pensando en términos estrictamente gramaticales, no existe en las lenguas -por necesidad lógica intrínseca-, un lazo esencial, "natural", entre sexo y género gramatical. En este punto estoy de acuerdo con lo que establece la "nueva" gramática académica.
Sin embargo, estar de acuerdo con la viabilidad y fluidez del sentido en el enunciado, con cierta funcionalidad económica del mismo, no implica que se desconozca -y el aviso contra la renegación perversa (Verleugnung) y el desconocimiento se hace más válido y justificado en el contexto de las lenguas indoeuropeas, con todo lo que Benjamin Whorf percibía en ellas de esencialista y cosificador- la necesidad de cierta "deconstrucción diseminante" de la fórmula universal masculina, al encontrarse ella ligada en su arrastre semántico, inevitable y estructuralmente, a cierto androcentrismo, a la genealogía cultural que Jacques Derrida denomina tradición falogocéntrica.
Decía Jacques Lacan: La mujer no-toda es. Tachaba el "La" de vocación universalizante. -Algo de ellas, las mujeres, escapa a la función fálica.
Como a "la verdad", como a la escritura y su "productividad en marcha", sólo podemos aproximarnos al inaferrable resplandor de la mujer, merodeándolo...
No hay normativa que agote o regule de modo taxativo su "eterna ironía" desestabilizante.
Está comprobado históricamente, medrosos aurigas de
Así que... ¡Todavía no nos felicitemos, Machos!
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