lunes, 12 de abril de 2010

CORPORALIDAD MUTANTE Confecciones del cuerpo en el arte contemporáneo (Fragmento)


                                           


Por Armando Almánzar Botello

Tal como nos han revelado las investigaciones antropológicas, psicoanalíticas y lingüísticas, el ser humano se define y sitúa en relación con el mundo a través del Orden Simbólico.

Este orden significante, en gran medida constituido por el lenguaje articulado, contamina y labra la relación del hombre con lo real.

En ese sentido, se podría decir que todo cuerpo propio es desde siempre cuerpo impropio, por cuanto la artificialización es un efecto de la alteración y tamizado de la continuidad inconmensurable de lo real por los “espectros discontinuos” (Lévi-Strauss, Derrida, Wajsman), del registro simbólico de la cultura.

Prolongando esta vertiente de nuestra argumentación podríamos aseverar también que todo cuerpo (im)propio es cuerpo protésico, pues el lenguaje como órgano artificial/natural (Lacan), las llamadas técnicas del cuerpo (Mauss), y el biopoder (Foucault), es decir, el conjunto de los dispositivos de artificialización semióticos, técnicos y tecnológicos a disposición del ser humano, tal como se presentan en formas estratificadas de poder en un momento histórico específico, contribuyen radicalmente a definir las modalidades de “propiocepción” del cuerpo vivido, y a perfilar lo que en cierto discurso fenomenológico se ha denominado subjetividad/carnalidad intercorporal.

Existe pues, una inter-retro-acción compleja, en bucle (Morin), entre corporalidad visceral y excrementicia, cuerpo libidinal psicoanalítico, cuerpo sin órganos artaudiano y cuerpo metafórico del espacio público y social.

Es preciso aclarar que el poeta, actor, dramaturgo y pensador Antonin Artaud, y siguiendo los planteamientos del Momo, su coterráneo el filósofo Gilles Deleuze, entienden el cuerpo sin órganos no como una simple ausencia de estos atributos orgánicos, sino como producción de un cuerpo metamórfico, proliferante. Este cuerpo sin órganos, a diferencia del organismo como “silencio de los órganos” determinados, se define por la presencia actuante de órganos indeterminados, temporales y provisorios que se manifiestan en un juego metamórfico de intensidades que no debe ser confundido con la mera corporalidad anatomo-fisiológica y sus procesos de homeostasis y supervivencia.   

La crisis del modelo corporal/urbanístico armónico y clásico –modelo que pretendía mantener ligados de forma solidaria, en aparente integridad funcional, el cuerpo propio del sujeto, determinado como organismo armónico y apolíneo, y el cuerpo de la ciudad entendida como cuerpo público y metafórico, presunto recinto de racionalidad y pureza-, posibilitó, con el advenimiento de la modernidad, la manifestación de una serie de fracturas, heridas simbólicas y atolladeros urbanos, que van a ser concebidos por el pensamiento semiótico, psicoanalítico, sociológico, antropológico, psico-geográfico situacionista , fenomenológico y post-fenomenológico,  como síntomas a seleccionar, interpretar y analizar.  

La quiebra del proceso biológico-cultural de “protracción”, entendido como antropogénesis de la cara y producción histórica permanente de facialidad o rostridad humanas, alcanza en el arte moderno su más significativa  expresión esquizo-estética en los retratos realizados por  Pablo Picasso, Alberto Giacometti, Francis Bacon, Andy Warhol, entre otros. En ellos se expresa la ruptura moderna entre la corporalidad estallada, devenida carne gozosa y/o sufriente, y el amueblaje de representaciones, emblemas y símbolos de status que servía de marco asegurador a la individualidad burguesa.

Después de la contra-cultura, ¿acaso estamos en el alba de una cultura, de un arte contra-natura?”, se pregunta en su ensayo Un arte despiadado, Paul Virilio, el filósofo y urbanista galo, crítico y estudioso de las nuevas tecnologías, informáticas,  bio-telemáticas, quirúrgico-virtuales y genético-transgénicas que permiten en fecha reciente modalidades de expresión artística completamente insospechadas.

En la mencionada obra, el filósofo francés arroja un estremecedor balance de la situación de las artes en el contexto de la post-modernidad, y resalta lo que él considera una sobre-exposición histérica, para-psicótica o meramente espectacular del horror y la violencia, que, bajo la apariencia de una cierta crítica a ”lo dado”, promueve de hecho un imaginario ligado a la mutilación indiscriminada de los cuerpos para satisfacer en bruto las pulsiones sado-masoquistas y canibalísticas del espectador, convertido en “mirón” de de la negatividad banalizada.

Para Virilio, teórico y crítico del cibermundo y de la dromología (teoría de la velocidad), lo anteriormente expuesto genera un crecimiento exponencial de la violencia simbólica y real del sistema, entendida como violencia sistémica, como línea fría de simple destrucción y muerte y en la cual, la capacidad mutante y creadora de la desterritorialización estética genuina se ha perdido.

La violencia convencional programada no participa de la “furia parsimoniosa” que caracteriza a la textualidad transgresiva, liberadora y abierta al carácter imprevisto y singular del acontecimiento.

Aquella consabida violencia sistémica, complementaria del proyecto general de “pacificación” y guerra preventiva contra la diferencia, apunta a neutralizar, interesada y perversamente, los conflictos y tensiones necesarios entre lo simbólico, lo imaginario y lo real, con miras a reforzar la pasividad reactiva en los sujetos (existe una pasividad activa positiva cuyo valor táctico y estratégico aflora en ciertas ocasiones) y la desmovilización del espectador como sujeto político de la red espectacular de los poderes.

De modo similar o colindante con estas ideas de Virilio, han articulado la estrategia de sus respectivos discursos algunos pensadores del llamado porvenir de la nueva revuelta, tales como Julia Kristeva, Jaques Derrida, Michel Foucault, Guy Debord, Martha López Gil, Rosi Braidotti, Ernesto Laclau, Jean Baudrillard, Néstor García Canclini, Mark Dery, Donna Haraway, Iris M. Zavala, Edgar Morin, Gianni Vattimo, Slavoj Zizek, entre otros. En la heterogeneidad de sus enfoques, estos escritores marcan nuevas posibilidades de reflexión sobre la post-modernidad y la planetarización.

Sin restar valor alguno a las advertencias de Virilio, pero sin compartir una cierta neo-tecnofobia que en ocasiones impregna a su discurso -quizá por razones estratégicas y preventivas, consideramos que resulta necesario esclarecer críticamente, caso por caso, si una determinada manifestación artista es realmente una exploración del sentido y de la extraña  problematicidad de lo real inaudito, o es mero fetichismo de los medios técnicos y simple “academicismo del horror” situado en el registro de lo intrascendente.

El objeto estético presentado como simple casting de la angustia, despoja a ésta de sus poderes de revelación transmutantes, programando la violencia bruta y legitimándola frente al arrebato creador de la furia de una escritura concebida como exceso textual que transforma la economía micropolítica de la subjetividad, sin dejarse atrapar por el guión del mundo ni por “el hacha del juicio normativo”.

La pura violencia espectacular post-moderna, enrejada en su aviesa estrategia de “comerse al otro”, corresponde a lo que Lacan denomina “floculación difusa del odio” en el Discurso Capitalista del Nuevo Amo: el Mercado “policéntrico”, competitivo y segmentado.

En este sentido, el filósofo Jacques Derrida nos habla de un carno-falogocentrismo, para expresar la unión indisoluble que se produce en el contexto de la tradición metafísica occidental entre canibalismo –real o simbólico- y el centralismo violento del falo, el logos y la oralidad, todo ello en detrimento de la escritura, el arte, la mujer y el espaciamiento dialógico.

Inversamente a la detección de la banalidad en la violencia seudo-artística convencional, se torna cada vez más urgente determinar cuándo estamos en presencia de un auténtico arte trágico de la crueldad -en el sentido artaudiano de esta expresión-, de un arte abisal y dionisíaco que, estratégicamente y por exceso de fuerza y humor, explora significativamente la dimensión de lo sublime y/o de lo siniestro, situada más allá de la belleza entendida como simple velo del horror.

Como dice Lacan: producir y descubrir objetos artísticos a la medida de una est/ética rota cónsona con la urgencia del acto ético/creador puro.

Aquel arte quizá nos revele, atravesándola con sus luces y sombras, con su juego trágico-humorístico de vuelos y caídas, la trama ideológico-libidinal que subtiende a las modalidades y “dispositivos de semiotización colectiva” (Guattari), operantes en el cuerpo estético-político de la post-modernidad.

Ese arte de resistencia a que aludimos se debate con los nuevos materiales, temáticas, técnicas y novísimas tecnologías, en su afán de crear nuevos códigos y lenguajes, nuevas posibilidades semióticas situadas más allá de los usos y decursos cognitivo-instrumentales y pragmáticos asignados a las tecnologías por el mercado.

De qué modo y hasta qué punto las llamadas  estéticas de ultravanguardia  -representadas actualmente por la escritura hipertextual e hipermedia, el arte tanatofílico y transgénico de un Eduardo Kac, los “visionarios” de la realidad virtual, las experimentaciones biotelemáticas de interfaz hombre/máquina y las estéticas protésicas, carnales y de body art al estilo de Stelarc, Antúnez y Orlan, entre otras manifestaciones extremas- son meras genuflexiones ante los poderes más duros y simples consagraciones del Gestell tecnológico?

Heidegger concibe el Gestell  como estructura de emplazamiento, imposición o dominio propia de una hipertrofia de la racionalidad predicativa y cognitivo-instrumental,  previa al centelleo del Ereignis como Acontecimiento o Trans-apropiación liberadora.

Debemos tener presente que los fetichismos del objeto técnico que no alcanzan la articulación polivalente propia de las constelaciones semióticas de relevancia en el plano artístico transformativo, se constituyen en simples dispositivos de neutralización funcional del deseo para mantenerlo encerrado en los consabidos límites de una axiomática  del capita tecno-científico, que exige la producción de ideologemas seudo-innovadores y seudo-estéticos para ocultar y/o legitimar ante los sujetos serializados la magnitud monstruosa de las depredaciones y canibalismos del cuerpo lleno, bulímico, voraz y realmente monstruoso del Capital Financiero.

Armando Almánzar Botello
Santo Domingo R.D.
Febrero de 2005

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