lunes, 22 de febrero de 2010

Artículo invitado de Albany Aquino



por Albany Aquino



Qué duro te pega el darte cuenta de que tu patria y los recursos naturales de tu país han sido entregados a la mafia depredadora internacional. Lo que ha pasado en la República Dominicana a raíz de la proclamación de su nueva Constitución en fecha 26 de Enero de 2010, es algo que debiera tener, no sólo a los dominicanos, sino a todo el mundo, llorando lágrimas de sangre, pues la estrategia internacional que revela el instrumento es una señal de advertencia para otras naciones, y prueba irrefutable entre nosotros, de la voracidad y egoísmo absoluto de las corporaciones globales, y del carácter de verdaderos enemigos del pueblo de la repugnante camarilla que detenta hoy el poder en la República Dominicana. La pieza constitucional es una burla al pueblo dominicano, un pisotear la inteligencia de un pueblo que a fuerza de las bajas partidas presupuestarias destinadas al rubro educación y cultura, y a fuerza de los altos bombardeos de marihuana y cocaína a través de sus puertos y aeropuertos, ha sido llevado a no pensarse a sí mismo como colectividad, a asumir como organismo que está pendiente del funcionamiento de cada uno de sus órganos, la defensa de sus intereses materiales y espirituales, únicos garantes de su supervivencia  y permanencia en la Tierra como nación. ¡Pobre de mi pueblo! Todavía no salgo del estupor y la vergüenza, al ver la forma cínica en la que el Congreso Nacional Dominicano, dirigido por la generación de políticos más procaz y perversa que jamás se haya visto en el escenario vernáculo, ha entregado la riqueza de mistus, recursos naturales, entiéndase los yacimientos mineros y de hidrocarburos en manos de quienes, a fin de cuentas, son sus verdaderos amos: las grandes corporaciones internacionales.

Pero la punzada del dolor no acaba ahí. El instrumento comentado, sancionándolo ahora de manera constitucional, también ha hecho del territorio dominicano, una plataforma, una base militar en la que tropas extranjeras podrán realizar a sus anchas, durante el tiempo que quieran, ejercicios militares en el territorio de la República. Acto de Alta Traición, de servilismo sin límites, que bajo la excusa de la falsa bandera de lacooperación internacional, nos ha convertido en la nueva base militar del Caribe del “eje del bien”; en otro Puerto Rico, donde en vez de ondear la bandera nacional, ondea el triste panorama de las hélices de helicópteros militares, sedientos de sangre inocente.  



A nivel político y geopolítico es imposible que existan las casualidades. No puede haberlas, pues se trata de dinero, y de no poco. Hace unos días, leí en este enlace una noticia que da cuenta de que en la República Dominicana se había detectado la presencia de emanaciones de gas natural en el subsuelo marino dominicano. Pero para no levantar muchas expectativas y mantener sedado al pueblo, la entidad que ha hecho el anuncio, elDepartamento de Geodinámica de la Universidad Complutense de Madrid (España), se ha apresurado a decir que esto no quiere decir que el país ya es rico en gas natural puesto que aún se desconoce la magnitud de las reservas (sic). La Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) –como de costumbre–, bajó los ojos, sonrió y le dio aquiescencia al comentario, máxime cuando oyó el tintineo de la friolera de los 6 millones de euros que correrán para la exploración inicial de los suelos marinos en el litoral de nuestro país. Una muestra más del rol de agentes-mamparas que desempeñan las universidades en la gran conspiración internacional de saqueo de los recursos naturales del planeta.

El texto constitucional que apoya y sanciona este acto de traición suprema a los intereses del pueblo dominicano, no podía ser más claro en su nivel de entrega:

“Artículo 17.- Aprovechamiento de los recursos naturales. Los yacimientos mineros y de hidrocarburos y, en general, los recursos naturales no renovables, sólo pueden ser explorados y explotados por particulares[…].”

Esta renuncia tácita del Estado Dominicano a tomar el control de sus propios recursos naturales, a explorar y explotar elementos tan sensibles para nuestra supervivencia como Estado como son los recursos naturales, y dejar en manos de “los particulares” esa tarea, no admite más comentarios, pues la impotencia y la rabia ante tanta entrega nos ahoga la garganta, máxime cuando el párrafo 4) de dicho artículo intenta pasarnos la mano por la llaga cuando expresa que los beneficios percibidos por el Estado por la explotación de los recursos naturales serán dedicados al desarrollo de la Nación y de las provincias donde se encuentran. Es decir, que además de ofrecer nuestras riquezas en bandeja de plata, también será el Estado Dominicano el que tendrá la carga, usando las migajas que las transnacionales le dejen caer, de reparar el irreparable daño ecológico que dejarán las explotaciones de nuestros yacimientos, la destrucción del subsuelo, las deformaciones biológicas de nuestros niños y todo el mal que suelen sembrar esas empresas donde quiera que se instalan, que con lo único que no están comprometidas es precisamente con el cuidado de la flora, la fauna y la vida humana. Esta estrategia me ha hecho recordar lo que cuenta Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina. Refiere el texto, que para los años en que la compañía bananera United Fruit Company (UFC) llegaba a la fase final de su saqueo y explotación en América Latina, la multinacional vendió a las naciones en las que operaba, los viejos, destartalados y anacrónicos ferrocarriles a un precio escandalosamente superior a como esos estados los hubieran podido adquirir nuevos y de última generación.    

Esta es una constitución globalista, militarmente internacionalista y comercialmente transnacionalista. Es bien sabido –o mal sabido–  que el todopoderoso Comando Sur de los Estados Unidos desde hace mucho tiempo viene realizando ejercicios militares en la República Dominicana y hay quienes creen que una parte de los soldados que participaron en la última invasión a Irak, fueron entrenados en las montañas de la región del Cibao de territorio dominicano. Quien circule por las zonas rurales del Municipio de Villa Rivas y zonas aledañas, no tendrá dificultad en encontrar vehículos militares y soldados del Comando Sur de los Estados Unidos. Al ver aquello, quien tenga su mente mínimamente alerta, de seguro que no podrá sustraerse a cierto sentimiento de repulsión, de rechazo, los cuales irán en aumento si además tiene el dato de que la presencia de esas tropas, tanto local como internacionalmente, es justificada bajo el alegato de que vienen a contribuir con los servicios sanitarios de esas comunidades, a sacar muelas, a poner empastes, a curar dolores de cabeza, a desparasitar a los niños descalzos. Sólo falta que nos digan que también nos hacen tizanas.

Técnicamente, es esta una constitución declarativa de derechos, pues desde hace ya mucho tiempo nuestros recursos naturales habían sido vendidos y nuestro territorio puesto en manos de tropas extranjeras. No más hacía falta que dichas situaciones preexistentes fueran consagradas textualmente, y no por cualquier texto –así de exigentes son los señores del dinero- sino mediante la camisa de fuerza del texto constitucional. Gracias a la consagración de esas prerrogativas constitucionales, nunca como ahora había sido tan fácil tumbar a un gobierno de turno, pues el que ose revisar este articulado permisivo y traidor, podrá ser fácilmente acusado por ante la comunidad internacional de alterar el orden constitucional y de desestabilizar la región. Como se ve, es una obra maestra de arquitectura jurídico-constitucional, un acoplamiento infernal en el que el gran capital puede ahora, en caso de verse amenazado en su gigantesco proyecto depredatorio, trastocar el orden constitucional y deponer presidentes, todo al amparo de la misma constitución de la nación agredida.

El Artículo 80 de la Constitución Dominicana, en su inciso 6) otorga al Senado de la República la facultad de “autorizar […] la presencia de tropas extranjeras en ejercicios militares en el territorio de la República, así como determinar el tiempo y las condiciones de su estadía […].”

Naturalmente, el tiempo y las condiciones de su estadía no estarán determinados por el Senado, sino por el tiempo de duración de la guerra que se esté librando en ese momento, y las condiciones de qué tan cómodos se sientan esos soldados en suelo dominicano.



Los apologistas de esta constitución, cuyos promotores, comenzando por el Presidente de la República, se han jactado en decir que es un modelo de desarrollo para los pueblos, al consagrar los ejercicios militares de tropas extranjeras en territorio dominicano, no midieron las consecuencias que ello traerá a la República Dominicana, pues los ejercicios militares de esas tropas son destructores de la salud de los habitantes de los pueblos vecinos. Recordemos la experiencia de Vieques, en Puerto Rico, donde la flora y la fauna fue inmisericordemente mermada a causa de losejercicios militares que las tropas norteamericanas realizaban allí, sin mencionar la gran cantidad de material radiactivo que todavía gravita en ese ecosistema, en perjuicio de humanos y animales.  Por ejemplo, losejercicios militares tienen  consecuencias negativas directas en la salud de los vecinos de las localidades en que se practican, produciendo paralización en el desarrollo económico de esas localidades. El funcionamiento de instalaciones militares representa un peligro para las poblaciones de las zonas cercanas, tanto por la caída de proyectiles como por el riesgo del manejo de armamento no convencional y otro tipo de materiales utilizados en las maniobras militares. Aunque el discurso oficial de aquéllos países que han permitido ejercicios y maniobras militares se empecine en sostener que la presencia militar garantiza la conservación de la flora y la fauna de los lugares en que se practican, lo cierto es que la realidad desmiente con creces la afirmación. Al parecer tal vez sea parte de una estrategia dirigida a poner en manos de militares la administración de nuestros recursos ecológicos. Una prueba tímida de esta situación lo comprueba el hecho de que la sede central y administrativa de la Policía Ambiental dominicana esté ubicada en el Parque del Conservatorio, un pequeño y hermoso pulmón urbano ubicado en Santo Domingo.

Por otra parte, al ritmo actual en el que se están peleando las guerras, no es descartable que la nueva generación de armas letales demande el uso de municiones compuestas de uranio empobrecido o plutonio. Las fuerzas de la OTAN, por ejemplo, son famosas en la utilización de este tipo de municiones letales, y dondequiera que pisan sus botas dejan indefectiblemente el agua, la atmósfera y la tierra contaminados por este tipo de material armamentístico. En las escasas ocasiones en las que los gobiernos han permitido a los epidemiólogos realizar estudios en las zonas aledañas donde se practican ejercicios militares, se ha revelado la presencia de procesos cancerosos y determinados tipos de tumores, generados de manera totalmente anómala en pueblos de esas zonas, estando los mismos en estrecha correlación con las maniobras militares. Es un hecho no controvertido que el material armamentístico que se utiliza en las maniobras y ejercicios militares (inciso 6- artículo 80 de la Constitución Dominicana), es altamente contaminante, no sólo para la atmósfera, sino también para la tierra y para el agua, las plantas, los animales y las personas.

En otra entrada quizá les comente el tema constitucional relativo al Derecho a la integridad personal, el cual se encuentra en el inciso 3) del artículo 42 de la Constitución Dominicana. El texto prepara las bases para que la Organización Mundial de la Salud (OMS) entronice sus políticas criminales de exterminio global en territorio dominicano. Abre el grifo para la bio-experimentación, tal como se ha hecho en México, en el que el código genético de los mexicanos está siendo objeto de manipulación. Un gran laboratorio experimental que está arrojando las claves para el desequilibrio orgánico, en conexión con la ingeniería nutricional que llevan a cabo corporaciones como la Monsanto, y las cadenas de comida rápida M-B-K.

El texto expresa que “Nadie puede ser sometido, sin consentimiento previo, a experimentos y procedimientos que no se ajusten a las normas científicas y bioéticas internacionalmente reconocidas. Tampoco a exámenes o procedimientos médicos, excepto cuando se encuentre en peligro su vida.” Es decir, que cuando la OMS imponga sus políticas a los ministerios de salud de los 192 países que integran la ONU, por ejemplo, si se llegare a declarar alerta roja sobre cualquier pandemia manipulada, esos  experimentos y procedimientos internacionalmente reconocidos por la OMS como rector global máximo de temas de salud, serán de carácter obligatorio si el gobierno declara el estado de emergencia nacional, lindando en la ilegalidad, y hasta en sospechoso de terrorismo, todo ciudadano que se oponga a las medidas sanitarias propuestas.

Es esta la lectura que pienso hay que dar a esta cuestión, al punto de que en un cuadro como el descrito anteriormente, el derecho a la integridad personal quedará ampliamente vulnerado si la OMS llegare a “recomendar” el implante del Chip RFID, una suerte de marca digital, una especie de censo sanitario para segregar a los “enfermos” de los “sanos”, con todas las secuelas económicas, vulneración de derechos constitucionales y otros males que ello traerá.

Esta Constitución deja la sensación de impotencia y anonadamiento que siente el debilucho ante la pecozá, el tituá, y el escupitajo del abusador.  

Albany Aquino

Albany Aquino, nace en el Municipio de Pimentel, Provincia Duarte, República Dominicana, el día 16 del mes de Mayo del año 1972. A los 25 años publica su primer poemario intitulado Ecos de Sol, con los auspicios de la Universidad Católica Nordestana (UCNE) de San Francisco de Macorís, de cuya facultad de derecho es egresado. Un segundo poemario suyo, El Reflejo de las Rutas, es publicado en la Feria Internacional del Libro celebrada en Santo Domingo en el año 2008.

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