Por Armando Almánzar-Botello
Sabes que ahora no tengo teléfono móvil.
Mi aparato casero, convencional, fue descontinuado por
averías
múltiples.
No fue sustituido el número, sino el diseño de la máquina
receptora y transmisora de
mensajes
verbales…
Nunca uso el registro electrónico
Nunca uso el registro electrónico
de
nombres.
He aquí mi poética…
He aquí mi poética…
La
memoria telefónica de tu número,
que no
tenía anotado en ningún otro soporte
—y esto
ahora lo descubro—,
era
simple, frágilmente corporal:
si cambia el diseño del teclado se modifica la red
de conexiones mnémico-cinestésicas,
y... ¡bluff!
—bien lo
advertía Wittgenstein—,
me volví un lío... ¡pero no de faldas!,
permutando y combinando letras, dígitos… ¡y
nada!...
Perdóname, Revolución, el olvido de tu nombre, de tu cifra
musical
y pitagórica.
Mas tan sólo te has perdido en la memoria
de mi
cuerpo. Y creo,
imperturbablemente,
imperturbablemente,
que tu ser singular en el eidos platónico
permanece intocado…
28 de Julio de 2010.
Santo Domingo, República Dominicana.
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