Por Armando Almánzar-Botello
"Dios ha muerto."
Friedrich Nietzsche
"Dios ha muerto."
Friedrich Nietzsche
"Hácese añicos el mundo en estado de sitio… "
David Huerta.
"La policía llega al alba
como llegan la muerte y el nacer."
"La policía llega al alba
como llegan la muerte y el nacer."
Adrienne Rich.
Varón-cuerpo elegido al fin destinado por la Cosa indecible a los maquinales garfios de la carnicería ciega.
Después de mi baile torcido y el humo pestilente de abismo —ya conocido en espejo tu ser, en las luces rotas del caleidoscopio—, señalado fuiste por vocación oscura de mi Otra sin nombre.
Varón-cuerpo elegido al fin destinado por la Cosa indecible a los maquinales garfios de la carnicería ciega.
Tú caerías bajo el brillo animal —filoso, cruel, deslumbrante—, que araña y muerde al ser hasta descuartizarlo, y despedaza los cuerpos con los tajos violentos de afiladas joyas desnudas, con los cortes fatales del vacío inviolado.
Simulabas olvido: la remota violencia... Mas yo conocía tu fluir de tigre... La Otra codiciaba tu fulgor de enigma.
Salimos muy juntos de la discoteca triste, que siguió despierta oficiando en el humo sus misterios vanos. En el soplo ardiente de la noche turbia tomamos un taxi como quien aborda la barca de Caronte.
En espejo convexo —roto azogue loco—, vislumbraba yo las calles taciturnas, las esquinas oscuras en la ciudad inmensa, el hueco de los hombres, los dientes podridos de las estatuas públicas, los semáforos bizcos de mirada torva… el poder y la gloria junto al dolor sin nombre.
Pensaba en la grandeza inmanente de la hierba y en la red capilar de sinsentido que vuelve —neutro en su temblor bajo el arco de lo eterno—, a crear en la aurora de la página en blanco los dioses los hombres y las bestias del instante... ¿Escribiré la historia?...
Y la memoria fría de la rutina insomne se detuvo al frente de mi edificio absorto. Tú pagaste el taxi… Pausadamente subimos la escalera...
Simulabas olvido: la remota violencia... Mas yo conocía tu fluir de tigre... La Otra codiciaba tu fulgor de enigma.
Salimos muy juntos de la discoteca triste, que siguió despierta oficiando en el humo sus misterios vanos. En el soplo ardiente de la noche turbia tomamos un taxi como quien aborda la barca de Caronte.
En espejo convexo —roto azogue loco—, vislumbraba yo las calles taciturnas, las esquinas oscuras en la ciudad inmensa, el hueco de los hombres, los dientes podridos de las estatuas públicas, los semáforos bizcos de mirada torva… el poder y la gloria junto al dolor sin nombre.
Y el taxi corría por calles oscuras mientras yo me preguntaba: ¿Dónde vibra esta noche su poema inaudito? ¿Dónde grita en olvido su desaforada sangre? ¿Es diagrama inevitable la escritura nítida, maquínica, perversa, carpintería pérfida meramente lúdica, economía cínica de acero burilado, pulido, profano, a veces medrosa, ocurrente o barroca, mas vacía toda de grandeza inmanente?… ¿Escribiré la historia?...
Pensaba en la grandeza inmanente de la hierba y en la red capilar de sinsentido que vuelve —neutro en su temblor bajo el arco de lo eterno—, a crear en la aurora de la página en blanco los dioses los hombres y las bestias del instante... ¿Escribiré la historia?...
Y la memoria fría de la rutina insomne se detuvo al frente de mi edificio absorto. Tú pagaste el taxi… Pausadamente subimos la escalera...
Caballero pulcro, como siempre noble, gentil y delicado —valores todos pasados de moda, presentes tan sólo en el viejo cine negro—, muy en tu papel preguntaste a mis ojos para besar mi pelo, exploraste mi seno para palpar mi hambre... Con un dedo suave intentabas leer el temblor de mis labios. ¡Todo un Braille del miedo!... Al llegar a mi piso abrí yo la puerta.
Ahora te desnudas aquí en mi apartamento. Estamos en mi cuarto: penumbra familiar de mis fantasmas torvos...
Ahora te desnudas aquí en mi apartamento. Estamos en mi cuarto: penumbra familiar de mis fantasmas torvos...
La bombilla de la sala con su turbia luz de sangre, a través de la cortina que compré hace un mes en Macy’s, dibuja extraños signos en tu inocente espalda ¡Oh ángeles azules!...
Deliro al decidirlo… Mas debo al fin decirlo: sigilosa deslizo el ambiguo narcótico en el rojo vino espeso. Ahora mi odio, mi culpa y mi goce —en desleimiento irredimible, ardiente—, se mezclan con violencia de materia ciega en pánico sin fondo. Espero tan sólo en silencio el instante...
Desnudo mi pudor en la promiscuidad secreta. Doy al fin por teléfono la terrible clave justa... Y en pocos minutos, con filosos machetes, con frías metralletas, llegan, ¡irrumpen!, mis amigos de la Logia para iniciar el rito… ¡La carnicería retorna!... ¿Escribiré la historia?... ¡Ahora el primer golpe!
Un temblor inhumano ya sin fin te desangra en estertores lúcidos. Y gime su carne de crudo animal tu ser desollado. Tu prosodia escupida sin decir su misterio. Tu indescifrada sangre...
Cuerpo sin nombre golpeado hasta el hueso por la escritura oblicua del resentimiento…¡Cuchillo!: esquirla furiosa de vacío cortante...
¡Y ahora yo soy! ¡Soy la que Soy! Habla en mí la mixta: !Kali-Salomé-Némesis-Lilith-Okute Yemayá!
(Revisan mis demonios tus bolsillos húmedos y no encuentran nada…Bueno, casi nada, tan sólo este relato visionario y manuscrito ahogado en tu sangre...)
En aquel vago anhelo tú fuiste en mis días un Dragón alado. Regías el mundo de mis animales limpios, mi temblor secreto de hojas espesas, la caligrafía torpe de unas manos blancas… Cubrías con tu aliento el pudor de mis cristales, pulía tu mirada mis inhóspitos espejos, mi selva desnuda sólo tú explorabas, y abriéndole su encierro a la escritura con sus pájaros, lamías mi canto más oscuro en el silencio...
Sin embargo, aquellas manos mías hoy blanden siniestras —a través de otras manos contra tu garganta pura—, violentos cuchillos de filosa lumbre... ¿Escribiré la historia?...
Te destrozo ahora el rostro para olvidar tu nombre. En la hortera de sombras recibo intemperante la cabeza del dolor altivo y roto. Mis dedos se pierden, caminantes locos, por tu mullida barba y su esplendor sangriento… Mi delirio fosforesce... Mojados de misterio mis dedos me recorren...
Testimonio doy de tu caída neutra en el maquinal abismo. ¡Ahora!
Inclemente mi goce oscuro de cyborg, de perra, de diosa, de anhelante pantera... ¡Y arde Otra simplemente y gruñe hondo su misterio, alucina carne ardiendo y en la danza escupe letras!
Soy jovial y terrible carnicera que finge cautelosa en la noche un rostro verdadero —maquillaje cifrado de animales divinos, futuristas, inéditos... Y voy siendo en la escritura el animal inabordable, la mujer molecular, absoluta, (in)visible...
Y muerdo el Gran Secreto, respiro en la floresta, defiendo tras la máscara el azar y la escritura, el sueño con el ávido fluir de sus panteras... ¿Todo ha sido culpa de Dios y los Varones?...
¿Tan sólo por amor se levantó mi odio en río turbulento de semblantes por el cielo?...
¿Tan sólo por amor se levantó mi odio en río turbulento de semblantes por el cielo?...
Y la navaja con su brillo sin sentido aquí en mis ojos —¡oh semántica centella parricida!—, refleja la convulsa noticia del silencio:
Tu muerte más alta y luminosa en los vitrales. Tu sangre más rotunda en mi bandeja, como un río. Una nueva cabeza para mi tocador de espanto.
Tu muerte más alta y luminosa en los vitrales. Tu sangre más rotunda en mi bandeja, como un río. Una nueva cabeza para mi tocador de espanto.
¿Quién escribirá la nueva muerte de los dioses? ¿Sólo aguarda la trompeta el cuerpo escrito del desastre?
© Armando Almánzar Botello
16 de Agosto de 2010
Santo Domingo, República Dominicana
2 comentarios:
Armando querido, he soñado toda mi vida con leer un relato como éste. ¡¡Qué profundo es mi asombro e infinita mi alegría al encontrarlo por fin y que seas tú quien lo haya escrito!! Me he dejado envolver por la historia y no deseo zafarme. Después de releer varias veces esta joya las palabras quedan cortas para expresar cuánto me ha fascinado, sin embargo deseo decirte nuevamente que leerte es un goce indestructible. Un abrazo y un beso ♥ ∞
Brillante!!! Verbo lacerante, profundo, mordaz y hermoso... que fluye, discurre y se escurre por mi sensibilidad, rozando sutilmente las fibras del corazón... tatuando tus huellas. Te admiro profundamente, mi querido poeta. Besos del alma.
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