lunes, 18 de julio de 2011

CANTO A CAONABO LIBRE


Caonabo por Abelardo Rodríguez Urdaneta.



Por: Servio Tulio Almánzar Frías (1931-2005)





Las flautas milenarias de los bosques,
inundan los vientos patrios con un caudal
de notas vegetales,
para saludarte,
mas allá de la geografía de los huesos y el recuerdo.
Recio cacique quisqueyano en cuya voz se aposentó el rayo,
el rayo que da luz y que fulmina;
recio varón,
recio como las ceibas y los caobos,
en cuya savia navegan
pedazos de cielos antillanos.


Tenemos que gritarlo con voz de bronce arrebatado
en el pórtico mismo de la historia:
fuiste en tu Isla
atravesada de ambiciones exóticas,
dios silvestre de la guerra
semilla luminosa de heroísmo
árbol primitivo de dignidades.
Por ti, las montañas y los valles solitarios,
ensombrecidos por aquellos que les abrieron amargas rutas a la mar,
se poblaron de águilas guerrilleras,
y los vientos septentrionales empujaron
la lanza acústica de tu grito
hasta los mismos dominios igníferos del sol.


Sólo por los túneles retorcidos de la traición
pudo llegar Ojeda ante tu figura de atlética
palmera antillana,
porque frente a la luz acerada de los trópicos pequeños de tus ojos
temblaban los arcabuces
y los hondos secretos de tu tierra...


Desde el subsuelo de las comarcas,
donde alumbran las sonrisas de ámbar de los girasoles,
los ídolos antiguos recuerdan tus hazañas…
Indio amamantado en la urbe de la intrepidez,
hermano del dios Términos,
que protegiste los verdes lares quisqueyanos
contra los podadores de la rosa del oro.


Para llegar a la raíz del árbol de tu raza
sería necesario remontar los caudalosos ríos tropicales,
o escalar fortalezas pétreas de las cordilleras
en cuyos vértices anidan los relámpagos;
sería necesario recorrer los caminos profundos del tambor
donde trepidan las paredes del tiempo…


Después que el polvo escribió su elegía sobre la epidermis de los cemíes,
plasmaron en la sólida voz de la piedra
tu sagrado furor,
y tus piernas,
que fueron columnas vivientes del templo de Turey,
y tus manos,
que fueron nidos de cóndores o bosques antillanos de canela
están aprisionadas por anillos de hierro,
y ahora se levanta un viento amargo de protestas:
así no quieren verte nuestros cielos acribillados,
ni el explotado obrero,
ni el campesino acorralado,
ni el hombre de la urbe desolada,
ni el niño que ya conoce las letras sangrantes
de la palabra Patria.
¡Así no quiere verte la diosa de la Historia!


Ahora hay que convocar a los ángeles escultores
para que cincelen tu nueva estatua en la materia pura de las auroras,
y te presenten erguido sobre los agrios riscos
de Maguana,
empuñando el arco y la flecha,
¡coloso sagitario desafiando la voz terrible
de la pólvora,
y sembrando la Isla
de imperativas libertades!



1967

© Servio Tulio Almánzar Frías
Nueva Antología de Poetas Mocanos. Julio Jaime Julia. Editora Corripio, 1988. Páginas 69-71
Santo Domingo, República Dominicana.


Servio Tulio Almánzar Frías nació en Moca en 1931. Doctor en Derecho de la Universidad de Santo Domingo. Miembro fundador de la agrupación cultural Los Juglares (1952) y miembro del consejo de dirección de la revista literaria Revelación (1954). Es autor de los libros inéditos de poesía “Eterno Mar” y “Canto a la Sangre”. Desempeñó importantes cargos en la judicatura dominicana. Como abogado publicó el libro “Formularios del Nuevo Código Procesal Penal” y múltiples artículos en periódicos y revistas especializadas. Es progenitor del ensayista y también poeta Armando Almánzar-Botello. Falleció en Santo Domingo en 2005.



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