"No renegamos del valor lúcidamente crítico que podríamos encontrar en algunas afirmaciones de Mario Vargas Llosa con respecto a lo que diagnostica como una actual banalización de la literatura y el arte padecida por la llamada postmodernidad globalizada, como efecto de la promoción de valores estéticos epidérmicos o meramente hedonistas en el contexto de lo que el importante escritor peruano-español, siguiendo a mi entender la estela de Guy Debord, denomina la Civilización del Espectáculo.
No obstante, me parece que a Vargas Llosa, desde hace varios años, la crítica al adocenamiento del hombre urbano postmoderno le ha conducido a negar las tradiciones orales y la inventiva de lo que todavía puede llamarse pueblo.
De acuerdo con su punto de vista letrado-elitista, las tradiciones populares, indígenas, orales y míticas de América Latina y del Perú en particular —que él mismo retrata de modo muy convincente en su novela El Hablador—, no son cultura sino meras modalidades de la incultura.
Para Vargas Llosa, en sus polémicas consideraciones hermenéuticas, el gran crítico ruso Mijail Bajtín, —autor de "La Cultura Popular en La Edad Media y en El Renacimiento. Un estudio de la obra de Francois Rabelais y la carnavalización en la literatura", entre otros importantes textos críticos del pasado Siglo XX—, abolió la oposición paradigmática cultura / incultura, y no la oposición cultura oficial / cultura popular, como el eminente crítico y filósofo ruso postulaba. Ergo: Bajtín, para el Marqués Vargas Llosa, abrió las compuertas a la barbarie." Fragmento.
Armando Almánzar Botello.
http://epistheme-tonydemoya.blogspot.com/2012/04/noticias-del-frente-onirico-085.html
Por Armando Almánzar Botello
De acuerdo con aquello que mi pobre discernimiento discierne en la reciente obra titulada “La Civilización del Espectáculo”, que ya he leído como el pueblo en Carnaval se goza: ¡de un tirón!, Don Mario Vargas Llosa, su reconocido autor tan brillante y aristócrata, piensa que para la risueña y hedonista plebe física… y virtual o cibernética, para el populacho postmoderno, para los mortales, en fin —aunque nosotros, lo digo, la susodicha morralla, bien pudiéramos, ¿quién lo sabe?, alegar con timidez casi todo lo contrario en Períodos Electorales—, Cervantes no era más que un manco que escribía tanto, tanto, que daba real espanto; Shakespeare no fue otra cosa que un gran estafador de tabernas que engañó a los empresarios teatrales con obras plagiadas tales como “Corazón Salvaje”, “Juan del Diablo”, “Doña Bella” y “Secretos del Corazón”; Mijaíl Bajtín era un patán ruso, gran criador de cerdos, que olvidó un día cerrar las puertas de la Pocilga, y entonces, los inmundos marranos incultos invadieron la bella ciudad; Ingmar Bergman, el director de cine sueco, fue tan sólo, para la plebe, un monstruo humano indigno de “berg”; Homero y Borges fueron para nosotros, si creemos al nuevo Marqués, un par de ciegos petulantes, desalmados…¡y punto!, que amaban mucho el chorro de sangre, y se reían profusamente del papá de Julio Iglesias cuando lo secuestraron sus enemigos que debían ser, por supuesto, monstruos terribles de las izquierdas; Freud: un judío infame que un día, enloquecido por su minusvalía sociológica y pansexual (aquí me ayuda en lo que digo un nuevo Cronenberg revelado), elaboró sin rubor su aviesa teoría, para incriminar, de un modo canalla, al Niño, a Papá y a Mamá; Einstein: un genial y gracioso viejito, norteamericano él, que sacaba mucho la lengua... e inventó, con gran audacia, las piruetas en bicicleta; Woody Allen, otro judío frívolo de nihilismo sin cumbre, de humor negro y perverso, tan criticado por Allan Bloom (no hablo ahora de Harold ni mucho menos de Leopold), que hizo tanto sufrir a las niñas, a las tuyas y a las Mías, y que resultó, finalmente, ser un Mesías… o Dios … y
MARIO VARGAS LLOSA: un presumido y vehemente ciudadano peruano-español, muy hablador, danzarín, estilista de la espada y libérrimo figurón (cual un Jacques Lacan de guiñol), que comió en sobreabundancia chivo en una gran fiesta, celebrada sobre el techo colonial de una casa pintada de verde —¡verde turquesa del sueño!—, en un remoto país inverosímil llamado: République Dominicaine...
Dicen las hablillas que después de la gran fiesta, en la madrugada onírica del trópico cacareante, sorprendieron a Don Mario conversando 'cosmopolitismos' en el aire sangriento de la Vieja Catedral…
Cierta vez el Rey de España, luego de celebrar una gran juerga real, con un tremendo aburrimiento aristocrático porque no pudo aquel día ir a cazar elefantes —y no tenía nada más trascendente que hacer—, ideó dar un Premio de Noble al susodicho señor ‘neohispano’, porque éste se había hecho ciudadano de España, renegaba del comunismo desde hacía largos años, y denigraba de paso a los muy críticos filósofos franceses post-estructuralistas, anteriormente ligados, no todos, al marxismo maoísta.
Pensando y haciendo, friendo y comiendo —como hacen los reyes cuando se ven apoyados por los Estados Unidos—, el Rey designó Marqués, en el Club Global de lo Inútil, al Gran Cholo Señor Escritor, a pesar de ser este rango militar el segundo apellido de un gran enemigo político de ambos, conocido por todos como Gabriel García, de humilde nacionalidad antropo-cósmica.
¿Tendrá quizá razón el prestigioso Premio Nobel Don Mario Vargas Llosa, Nuevo Divino Marqués, en todo lo que dice y lamenta —en su ingeniosa obra más reciente—, sobre la frivolidad sin vuelo, la capacidad de distorsión y la banalidad de la chusma, la decadencia de la Cultura, la peligrosa raza amarilla y la tosca sensibilidad promovida por el Negocio Global del Burdel?... Y nuestro derecho a la RISA, ¿quién hoy nos lo garantiza?...
© Armando Almánzar Botello
Santo Domingo, República Dominicana.
MARIO VARGAS LLOSA: un presumido y vehemente ciudadano peruano-español, muy hablador, danzarín, estilista de la espada y libérrimo figurón (cual un Jacques Lacan de guiñol), que comió en sobreabundancia chivo en una gran fiesta, celebrada sobre el techo colonial de una casa pintada de verde —¡verde turquesa del sueño!—, en un remoto país inverosímil llamado: République Dominicaine...
Dicen las hablillas que después de la gran fiesta, en la madrugada onírica del trópico cacareante, sorprendieron a Don Mario conversando 'cosmopolitismos' en el aire sangriento de la Vieja Catedral…
Cierta vez el Rey de España, luego de celebrar una gran juerga real, con un tremendo aburrimiento aristocrático porque no pudo aquel día ir a cazar elefantes —y no tenía nada más trascendente que hacer—, ideó dar un Premio de Noble al susodicho señor ‘neohispano’, porque éste se había hecho ciudadano de España, renegaba del comunismo desde hacía largos años, y denigraba de paso a los muy críticos filósofos franceses post-estructuralistas, anteriormente ligados, no todos, al marxismo maoísta.
Pensando y haciendo, friendo y comiendo —como hacen los reyes cuando se ven apoyados por los Estados Unidos—, el Rey designó Marqués, en el Club Global de lo Inútil, al Gran Cholo Señor Escritor, a pesar de ser este rango militar el segundo apellido de un gran enemigo político de ambos, conocido por todos como Gabriel García, de humilde nacionalidad antropo-cósmica.
¿Tendrá quizá razón el prestigioso Premio Nobel Don Mario Vargas Llosa, Nuevo Divino Marqués, en todo lo que dice y lamenta —en su ingeniosa obra más reciente—, sobre la frivolidad sin vuelo, la capacidad de distorsión y la banalidad de la chusma, la decadencia de la Cultura, la peligrosa raza amarilla y la tosca sensibilidad promovida por el Negocio Global del Burdel?... Y nuestro derecho a la RISA, ¿quién hoy nos lo garantiza?...
© Armando Almánzar Botello
Santo Domingo, República Dominicana.
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