Por Armando Almánzar-Botello
Alígero es el nombre y vuela recto hacia lo alto.
Lentamente por el sueño un ave pura se levanta: aletazos del
enigma en los espejos.
enigma en los espejos.
Modelado en un perfume su contorno de silencio, / amanece, /
ambarino allá en su verde.
ambarino allá en su verde.
Ave sol anima mundi, / alumbra, / ¡siempre! / gran distancia por el
mar y su delirio resoplante.
Jamás lo alcanzaré, / y todavía sin decirlo, / arde aquí en la escritura
su misterio de floresta.
Arribo apenas a otro ser y soy un dueño de universos: ¡tan potente
es el prodigio de su luz!
mar y su delirio resoplante.
Jamás lo alcanzaré, / y todavía sin decirlo, / arde aquí en la escritura
su misterio de floresta.
Arribo apenas a otro ser y soy un dueño de universos: ¡tan potente
es el prodigio de su luz!
Chagall, / con nitidez, / lo dibuja en una nube junto al aura
sorprendida de los ángeles perfectos.
sorprendida de los ángeles perfectos.
Obstinado su pincel curva el espacio: / un beso ya es retorno a las
fuentes primordiales.
fuentes primordiales.
Baila el pensamiento la grafía del azul, / su limpia nostalgia de
poemas.
poemas.
Oscurece un trazo al fin. La ceniza inexorable de otro fuego que
arde al texto.
arde al texto.
© Armando Almánzar-Botello
Santo Domingo, República Dominicana.
1 comentario:
"El arte es sobre todo un estado del alma", dice justamente, Marc Chagall. Y pienso que en este poema ha existido un reflejo de esas ánimas-mundi, no tengo la menor duda... Este es un poema sobre un poema. Un poema en grafía hacia un poema en color, en lienzo. Las alas se contraponen como los contrapuntos de cualquier melodía. Hay magia, hay luz, hay lo poema. Existe ese camino, ese arte, del que habla Elbert Hubberd cuando dijo: "El arte no es una cosa sino un camino."
Publicar un comentario