La afirmación de Arthur Schopenhauer, con ribetes crítico-humorísticos, parte simplemente de un deslinde metafísico, onto-teológico, entre un supuesto “adentro” soberano y un “afuera” pacificado; entre el “individuo” problemático, entendido como excepción a la norma, y la frívola “sociedad” del mero divertimento, percibida como serialización homogeneizante de los sujetos.
Participa esto un poco de lo que ciertos pensadores denominan la paradoja de la Palabra Evangélica, de la subjetividad concebida metafísicamente, de cierta concepción de la verdad y de “lo social”: "puesta en el "afuera" de la intimidad de un "adentro", "exteriorización de una interioridad", “adequatio rei et intellectus” (adecuación de la cosa y el intelecto)…etc. etc.
Estas concepciones onto-teológicas, insertas en una tradición metafísica occidental de larga data que halla la cumbre de su formulación conceptual moderna en "Investigaciones Lógicas" de Edmund Husserl (Biblioteca de la Revista de Occidente, Madrid, 1978, páginas 605-632), cree en una separación neta entre un "adentro" y un "afuera", con todo el efecto filosóficamente fallido y despolitizante que comporta esta postura.
La paradoja del "Pliegue", entendida, por influencia de Nietzsche, Bichat, Foucault, Derrida, Deleuze, Lacan y Michaux, como "grado cero de la subjetivación", concibe un cierto "adentro" bajo el estatuto de "invaginación", "territorialización" o clausura provisoria de un “Afuera genético”, comprendido éste, a su vez, como matriz del acontecimiento y de toda subjetividad. Pliegue-DESPLIEGUE (hacia el Afuera genético)-repliegue...
Es en función de dicha conceptualización que Foucault, por ejemplo, concibe la relación compleja, en Banda de Moebius, entre “singularidades de subjetividad libres” y sometimiento de lo singular a las relaciones de dominio enemigas de lo heterogéneo. (Algo parecido plantea también Georges Bataille).
Foucault habla de "singularidades de fuerza", "singularidades de poder", "singularidades de resistencia", "singularidades salvajes", todas provenientes de un "Afuera genético", que no debe ser entendido como pura y simple "exterioridad" de un contrato societal, sino más bien como "intrusión que avanza desde la extrusión" (Jacques Lacan), como aquello que Maurice Blanchot y el mismo Lacan, por efecto de una inspiración nietzscheana, denominan la “Extimidad”: conjunción topológica, problemática, del “afuera” más lejano con el “adentro” más próximo...
Por su parte, Jacques Derrida reconoce de un modo simultáneo, en el estado mítico previo a la erección del Contrato Social, una situación idílica de paz y una situación “tanática” de guerra permanente: ¡no hay Derecho constituido!
En ese sentido, Derrida vincula el estado convulso previo a dicho Contrato con lo que denomina la “violencia del Don originario.”
Ese momento 'problemático', de 'indecibilidad' [y tensión] entre violencia [de la dispersión pre-originaria] y contrato societal [contraviolencia], no es algo superado de una vez por todas en la linealidad de una historia del socius regulado; siempre está presente como rumor de fondo en toda socialidad constituida. ¡El conflicto: generador de nuevos mundos! No hablo aquí, necesariamente, de la guerra.
La vulgaridad, como ausencia de potencia intelectual y desfallecimiento teórico crítico, estribaría más bien en evadir la complejidad de este doble vendaje para poder soportarse a sí mismo
No obstante, percibo bastante bien el contexto onto-político desde el cual Schopenhauer plantea su aguda afirmación. Cuestionamiento de la "huida de sí" por parte del sujeto "vacío", "hueco", "mediocre", incapaz de soportar su soledad como un cierto desamparo existencial (Hilflosigkeit) eventualmente peligroso, arriscado (en tanto que, como dice Foucault, implica el abandono parcial de las singularidades y seguridades de poder), pero también, de un modo simultáneo, potencialmente creativo y transformador…
© Armando Almánzar-Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.
ADENDA
Participa esto un poco de lo que ciertos pensadores denominan la paradoja de la Palabra Evangélica, de la subjetividad concebida metafísicamente, de cierta concepción de la verdad y de “lo social”: "puesta en el "afuera" de la intimidad de un "adentro", "exteriorización de una interioridad", “adequatio rei et intellectus” (adecuación de la cosa y el intelecto)…etc. etc.
Estas concepciones onto-teológicas, insertas en una tradición metafísica occidental de larga data que halla la cumbre de su formulación conceptual moderna en "Investigaciones Lógicas" de Edmund Husserl (Biblioteca de la Revista de Occidente, Madrid, 1978, páginas 605-632), cree en una separación neta entre un "adentro" y un "afuera", con todo el efecto filosóficamente fallido y despolitizante que comporta esta postura.
La paradoja del "Pliegue", entendida, por influencia de Nietzsche, Bichat, Foucault, Derrida, Deleuze, Lacan y Michaux, como "grado cero de la subjetivación", concibe un cierto "adentro" bajo el estatuto de "invaginación", "territorialización" o clausura provisoria de un “Afuera genético”, comprendido éste, a su vez, como matriz del acontecimiento y de toda subjetividad. Pliegue-DESPLIEGUE (hacia el Afuera genético)-repliegue...
Es en función de dicha conceptualización que Foucault, por ejemplo, concibe la relación compleja, en Banda de Moebius, entre “singularidades de subjetividad libres” y sometimiento de lo singular a las relaciones de dominio enemigas de lo heterogéneo. (Algo parecido plantea también Georges Bataille).
Foucault habla de "singularidades de fuerza", "singularidades de poder", "singularidades de resistencia", "singularidades salvajes", todas provenientes de un "Afuera genético", que no debe ser entendido como pura y simple "exterioridad" de un contrato societal, sino más bien como "intrusión que avanza desde la extrusión" (Jacques Lacan), como aquello que Maurice Blanchot y el mismo Lacan, por efecto de una inspiración nietzscheana, denominan la “Extimidad”: conjunción topológica, problemática, del “afuera” más lejano con el “adentro” más próximo...
Por su parte, Jacques Derrida reconoce de un modo simultáneo, en el estado mítico previo a la erección del Contrato Social, una situación idílica de paz y una situación “tanática” de guerra permanente: ¡no hay Derecho constituido!
En ese sentido, Derrida vincula el estado convulso previo a dicho Contrato con lo que denomina la “violencia del Don originario.”
Ese momento 'problemático', de 'indecibilidad' [y tensión] entre violencia [de la dispersión pre-originaria] y contrato societal [contraviolencia], no es algo superado de una vez por todas en la linealidad de una historia del socius regulado; siempre está presente como rumor de fondo en toda socialidad constituida. ¡El conflicto: generador de nuevos mundos! No hablo aquí, necesariamente, de la guerra.
La vulgaridad, como ausencia de potencia intelectual y desfallecimiento teórico crítico, estribaría más bien en evadir la complejidad de este doble vendaje para poder soportarse a sí mismo
No obstante, percibo bastante bien el contexto onto-político desde el cual Schopenhauer plantea su aguda afirmación. Cuestionamiento de la "huida de sí" por parte del sujeto "vacío", "hueco", "mediocre", incapaz de soportar su soledad como un cierto desamparo existencial (Hilflosigkeit) eventualmente peligroso, arriscado (en tanto que, como dice Foucault, implica el abandono parcial de las singularidades y seguridades de poder), pero también, de un modo simultáneo, potencialmente creativo y transformador…
© Armando Almánzar-Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.
ADENDA
Me refiero directamente, en este breve trabajo en torno a la idea de Schopenhauer sobre la vida en sociedad, a la relación entre lo que Jacques Derrida denomina la "banda de dispersión de los acontecimientos pre-originarios" y la "banda de concentración del Contrato Social". Doble vendaje entre dispersión y concentración.
La primera, Derrida la vincula, en otros contextos de este problema, a los "procesos freudianos primarios e inconscientes", y la segunda, a los "procesos secundarios del sistema preconsciente-consciente".
La subjetividad puede estar, EVENTUALMENTE, fuera de ciertas regulaciones del Contrato Social, pero NUNCA fuera de lo social como dimensión relacional-constituyente. La locura misma está FUERA DEL DISCURSO como "lazo social" pero no fuera del lenguaje en su dimensión generalizada.
El retiro a la supuesta soledad en la que pueda refulgir una presunta autenticidad del sujeto en la pura presencia-ante-sí de su consciencia, es un tema de la onto-teología de la presencia y la intimidad.
Así como Eliot decía que nuestro pasado está trabajado, atravesado intensivamente por "corrientes de acción", queríamos señalar en nuestro modesto comentario del pensamiento de Schopenhauer con el que inicio mi trabajo anterior, la imposibilidad de que un sujeto pueda sustraerse de un modo absoluto a lo social y a las "corrientes vivas del acontecimiento" mediante una simple apelación a la metafísica de la interioridad, del "intimismo aristocrático" de una cierta subjetividad trascendental expresada en el fragmento de Schopenhauer como planteamiento de una vocación ética de autonomía del sujeto individualista con respecto a la doxa y a las frívolas convenciones sociales.
El mundo como "voluntad" y "representación" se encuentra permeado por el Afuera genético y la contaminación, aquí sí, ¡en Banda de Moebius!, entre un "adentro" de la subjetividad meditativa y un "afuera" de la acción y los protocolos mundanos convencionales o no.
Sin perder de vista las dimensiones ética y ontológica rastreables en la frase de Schopenhauer: "Los hombres vulgares han inventado la vida de sociedad porque les es más fácil soportar a los demás que soportarse a sí mismos", existe sin dudas una suerte de devaluación de lo social en esa concepción de la vida en sociedad como actividad propia de hombres impotentes que no resisten su vacío subjetivo, su “íntima oquedad”.
El hombre vulgar no resiste el peso ontológico de su soledad; el genio sí lo resiste, parece decirnos el gran pensador alemán, quien por cierto, pese a su “aparente pesimismo intimista”, se jactaba frente a sus amigos de tener una de las mesas mejor servidas de Alemania… ¡Jo!...
La primera, Derrida la vincula, en otros contextos de este problema, a los "procesos freudianos primarios e inconscientes", y la segunda, a los "procesos secundarios del sistema preconsciente-consciente".
La subjetividad puede estar, EVENTUALMENTE, fuera de ciertas regulaciones del Contrato Social, pero NUNCA fuera de lo social como dimensión relacional-constituyente. La locura misma está FUERA DEL DISCURSO como "lazo social" pero no fuera del lenguaje en su dimensión generalizada.
El retiro a la supuesta soledad en la que pueda refulgir una presunta autenticidad del sujeto en la pura presencia-ante-sí de su consciencia, es un tema de la onto-teología de la presencia y la intimidad.
Así como Eliot decía que nuestro pasado está trabajado, atravesado intensivamente por "corrientes de acción", queríamos señalar en nuestro modesto comentario del pensamiento de Schopenhauer con el que inicio mi trabajo anterior, la imposibilidad de que un sujeto pueda sustraerse de un modo absoluto a lo social y a las "corrientes vivas del acontecimiento" mediante una simple apelación a la metafísica de la interioridad, del "intimismo aristocrático" de una cierta subjetividad trascendental expresada en el fragmento de Schopenhauer como planteamiento de una vocación ética de autonomía del sujeto individualista con respecto a la doxa y a las frívolas convenciones sociales.
El mundo como "voluntad" y "representación" se encuentra permeado por el Afuera genético y la contaminación, aquí sí, ¡en Banda de Moebius!, entre un "adentro" de la subjetividad meditativa y un "afuera" de la acción y los protocolos mundanos convencionales o no.
Sin perder de vista las dimensiones ética y ontológica rastreables en la frase de Schopenhauer: "Los hombres vulgares han inventado la vida de sociedad porque les es más fácil soportar a los demás que soportarse a sí mismos", existe sin dudas una suerte de devaluación de lo social en esa concepción de la vida en sociedad como actividad propia de hombres impotentes que no resisten su vacío subjetivo, su “íntima oquedad”.
El hombre vulgar no resiste el peso ontológico de su soledad; el genio sí lo resiste, parece decirnos el gran pensador alemán, quien por cierto, pese a su “aparente pesimismo intimista”, se jactaba frente a sus amigos de tener una de las mesas mejor servidas de Alemania… ¡Jo!...
Pero ni la compañía del otro ni la soledad son jamás totalmente instancias puras. Hay una "ontopolítica" ligada a la valoración estratégica de estos "lugares" existenciales que, de hecho, se cruzan, se interfieren, se estratifican y se interpenetran, de cara a lo heterogéneo, a las fuerzas pluralistas de una democracia por venir.
© Armando Almánzar-Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.
Santo Domingo, República Dominicana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario