jueves, 28 de febrero de 2013

Tyche

"Referidos a Zarathustra, la risa, el juego, la danza, son los poderes afirmativos de la transmutación." Gilles Deleuze.

"What though the radiance / which was once so bright / Be now for ever taken from my sight, / Though nothing can bring back the hour / Of splendour in the grass..." William Wordsworth



Por Armando Almánzar-Botello


Que nadie diga que amor procede del azar”. Ezra Pound



Ahora llueve… ¡y siempre en la memoria llueven letras!
Rumor abstracto en tiempo ya pasado…

Sin embargo, desde el mundo remoto de Aristóteles llueve, 

llueve incertidumbre, llueve azar. 
Y lo fortuito, contingente, siempre ha sido este encuentro: 
el de la lluvia con tu piel, sobre mi piel, 
aquí en nosotros… en ocasiones juntos, en otras muy distantes,
pero ahora latiendo realidad, 
en la dicha indestructible de tocarnos.

Hay un cesa-de no escribirse a través de la distancia. 
El “encuentro casual de dos huellas en el exilio”, 
                                                                                 a veces.

El desencuentro es un azar irrelevante, que de hecho no es azar 

sino un fantasma. 

Lo que pudo haber sido es una mera abstracción que permanece como eterna posibilidad sólo en un mundo de especulación”, ya lo dijo Eliot.

Esa forma aparente del azar es por cierto lo imposible:
Lo que no-cesa-de no-escribirse”. Lo quizá perdido para siempre.

No debemos confundir la contingencia con su sombra.

¿Es bello acaso el DESENCUENTRO fortuito,
sobre una mesa de disección, 

                                                  de una solícita máquina de coser 
y un lúcido paraguas pensativo?

Si la belleza del desencuentro florece
desde la posibilidad incandescente del encuentro, 

más bella es la cita que se ofrece, 
                                                          deslumbrante,
derrotando el abismo y todo posible incumplimiento.

¿Únicamente lo que brilla por su ausencia es el poema?
¿La falta o el desierto inicuo de mi ser en otros posibles universos?

Tan sólo así podría acontecer, si el poema siempre se mirara solitario, desnudo 
y de soslayo, en el espejo barroco de su ausencia.

En el lanzamiento de dados afirmamos el azar
  —cuando el anhelo, indeciso, 
                 revolotea en el misterio, mas cuando caen obstinados 
a la mesa, 
                   al fulgor oscuro de la tierra sabia,
forman el encuentro perfecto,
el que tenía que ser y tú lo sabes:
la combinación contingente, bella como tú y luminosa, 
de dos cifras enigmáticas de sangre.

Si bien ahora se alumbra nuestra fiesta en la pura necesidad irracional, y se sustenta 
                       en el azar y su vacío, 
bien podría la escritura limpiamente, 
continuando el furor imperturbable de la danza, 
definir, tal vez, todo un destino…

Pensar después de la caída de los dados en las combinaciones 
que pudieron haber sido, 
                                         es también pensar en el azar, 
pero más bien en su vertiente débil. 
En esa dimensión donde su rostro paradójico se ofrece 
igual a un imposible: 
                                   su marchito y borrado espectro irrelevante.

Mas lo posible, lo imposible y lo real convergen ya en lo neutro, 
en el instante móvil, inmóvil que dice: nos dice: 
y sin cesar ahora decimos: 
                                             ¡el poema!




Septiembre de 2011



© Armando Almánzar Botello
Santo Domingo, República Dominicana.

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