ALEGORÍA
"¡Estoy harta de padecer el torpe juicio de los imbéciles!", dijo la misma VIDA, antes de arrebatar de las manos frustradas la pistola imprudente, al famoso y acaudalado autor de Libros de Autoayuda. Armando Almánzar-Botello.
Jackson Pollock. Número 8, 1949.
Hay una parte del autor infusa en la obra de arte. ¡Nadie puede decir lo contrario! Pero la obra estética no se limita a ese factor simplemente biográfico-especular.
Aquello que la constituye como obra es un trabajo semiótico a partir del material biográfico del autor (material consciente e inconsciente), pero que va unido a una teoría (implícita o explícita) sobre lo que es el arte en cuestión; al conocimiento de una cierta tradición, a un plan específico de articulación y transformación sígnicas, a una voluntad de orientación formal de la obra... Todo este proceso está dirigido a encontrar lo que T. S. Eliot denominaba "correlatos estéticos objetivos" de los estados ideo-afectivos primarios...
Coleridge, por su parte, nos habló de una evocación o contemplación activa y transfigurativa, operada en la memoria, de las emociones vividas por el sujeto de la creación artística.
Solo esa "contemplación activa" puede permitir el advenimiento de las formas-sentidos en el ámbito de la creación artística propiamente dicha.
Borges y Eco hablan de una capacidad de "orientación" del texto estético, de un "direccionamiento" y un "delirio orientado", los cuales comportan una instancia estructurante y una "voluntad de forma" en diálogo con lo informe, con el caos, con la tradición artística y con la primaria (in)formalidad biográfica del sujeto-autor, pero que superan la simple adición mecánica de esos elementos por medio de un bucle de inter-retro-acción compleja entre ellos (Morin), para desembocar en algo distinto a los materiales de partida así transmutados.
© Armando Almánzar-Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.
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