domingo, 3 de junio de 2012

LOS PARQUES DISCONTINUOS

                                            Paul Delvaux. La entrada de la ciudad. 1940.


Por Armando Almánzar Botello



Homenaje a John Ashbery



Rotundo el tedio de una vida breve... 

Y hubo cuatro escenas vivas en el sueño: 

los tres parques verdeando y el recóndito naufragio
de los tálamos.

El hombre desolado cierra el libro,
sopla luz de pesadilla quedamente.

Borra cuando escribe y olvida en un relámpago
el comercio falsamente misterioso: cartografía ilícita
de la carne.

Alguien lee los periódicos, los dibujos humorísticos.
Rasga cauteloso una cerilla.
Entreabierta una mujer destrenza miedo, ilumina
su ofrenda jeroglífica,

Medita otra vez Nadie / inhalando su arrogancia.

Los chiquillos que jugaban en la hierba se han marchado. Ahora, solitario, 

               asiduo pez de plata inmóvil relumbra en la cisterna.

En el borde de la tarde, rota,
sonríe una muñeca.

La ciudad se ha transformado.
Un disparo retorna en la memoria.

El hombre, a través de su ventana, mira desde un sueño
el litoral de la vigilia... 
                                   Húmedo jardín de vulvas mágicas.

El banco del parque ahora es frío, de lógico metal 
indiferente. 
                   Contemplación activa de los cuerpos.

La desnuda procesión de la libido se refleja inmaculada 
en el estanque.
                        Avanzan las parejas desnudas en la noche.
Insepultas.

El crucigrama estalla los bordes de la estatua.
Un síntoma es tumor del inconsciente.

Dialoga niebla por detrás de todo límite
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Arcanos del goce y el deseo. 
                                              Parques discontinuos.
Arriba está el espejo, redondo, latiendo, sinceramente blanco. 

La herida es humor del inconsciente. 

A través de su ventana:
El hombre poco a poco siniestro en la escritura...



Agosto 2010 

© Armando Almánzar Botello
    Santo Domingo, República Dominicana.

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