miércoles, 13 de junio de 2012

Recordando al Divino Marqués (Breve nota)


                                                            Marqués de Sade. Man Ray
                                                                                           

Por Armando Almánzar Botello



Toda gran figura excesivamente singularizada, que participe de la polivalencia vital y creadora que define casi siempre al disturbio taxonómico que denominamos "genialidad", produce, de un modo inextricable, enigmático e indiscernible, ciertas distorsiones, enriquecimientos, 'impactos catastróficos' y/o acrecentamientos insospechados de intensidad ideo-afectiva en la forma y en los estilos de vida regularmente aseguradores, homeostásicos, que caracterizan al hombre común, ordinario, estadísticamente normal. 

El sujeto excepcional, monstruoso, aristotélicamente hablando, es decir, aquel que rompe con las clasificaciones y categorías de la doxa y la taxonomía, genera en el "hombre de la calle", en el adocenado habitante de la polis, un severo cataclismo (secreto o explícito) en su percepción de las escalas axiológicas y en sus puntos de vista de apreciación y/o evaluación de los fenómenos heteróclitos del mundo.

También genera, dicho sujeto histórico vigorosamente diferenciado, una multiplicidad inevitable de recepciones, en muchos casos, contradictorias entre sí.

Ya lo dijo Nietzsche: "Todo espíritu profundo tiene necesidad de una máscara; más aún, en torno a todo espíritu profundo se forma constantemente una máscara, gracias a la interpretación continuamente falsa, es decir, superficial, dada a todas sus palabras, a todos sus casos, a todas las manifestaciones de su vida." Friedrich Nietzsche.

Lo que constituye un hecho irrebatible es que Donatien Alphonse François, Marquis de Sade, en el trayecto de su vida personal, no fue un Santo ni un modelo absoluto de buena conducta, pero tampoco el Monstruo biográfico del Mal que cierta superficialidad crítica ha pretendido ver en él, de un modo reductor.

Como dice Guillaume Apollinaire en su muy conocido ensayo sobre la enigmática y gran figura: “Sade es uno de los hombres de más lúcida inteligencia que hayan existido en la humanidad”.

Además, nos recuerda Roland Barthes: "Sade puso en su vida sólo un poco de lo que puso en su obra..."

La monstruosidad integral en Sade constituye más bien un hecho de ESCRITURA. Su obra literaria revela la DOBLE MORAL de la sociedad de su época… y aun de la nuestra…

Alguien habló de una 'violencia textual', escritural, situada más allá del deslinde entre el bien y el mal, y que constituye un meta-crimen simbólico, de segundo grado, con respecto a la velada complementariedad de los dos términos del paradigma:
paz / violencia.

Dicha escritura sería violenta porque revela la secreta alianza, regularmente innombrable, que opera entre la llamada "Virtud oficial" y el "Crimen quirúrgico" institucionalizado... Así acontece con la escritura subversiva de Sade.

Cito ahora un fragmento de mi breve ensayo "Escribir /Publicar. Apuntes de pretensión psicoanalítica en torno al Acto de Escritura", publicado originalmente en Isla Abierta (diciembre de 1991), suplemento cultural dirigido por el músico y poeta dominicano Manuel Rueda, y perteneciente al periódico Hoy. Dicho texto fue luego ofrecido, con retoques, en mi libro “Cazador de Agua y otros textos mutantes.”:

Pienso con Lacan (“Kant avec Sade”) en el Divino Marqués cuando escribo: la ética de un escritor se revela por la mayor o menor correspondencia oblicua entre lo que dice y lo que vive, por el empeño en imantar su vida con el núcleo ardiente de su obra. ¡Lo que no implica necesariamente actuar en forma literal y programática lo que de esa obra pudiera representarse en un fingido “fuera de texto” configurado por la escena espectacular del mundo!... Oscura genuflexión frente al Amo Capitalista.” Obra citada, página 121 y 122.

Sade -su vida, su obra, su pensamiento, las implicaciones de sus actos en el contexto político y social de su época y de la humanidad moderna- es una constelación demasiado compleja y contradictoria para ser entendida utilizando el marco de referencia del sentido común más chato y las pinzas y protocolos de aproximación hermenéutica propios de la mojigatería burguesa y/o pequeñoburguesa.

No hay que olvidar el hecho de que el Marqués de Sade, durante el período del Terror en la Francia del Siglo XVIII, fue uno de los más fervientes enemigos de la Pena de Muerte, hasta tal punto que, por su defensa militante de los derechos inalienables de la vida humana, se torna sospechoso para el grupo político de Marat y es detenido el 6 de diciembre de 1793. Así figura en las historias no trucadas del Derecho.

Por otra parte, el “monstruo maligno”, curiosamente, propone un modelo tan humano de democracia que todavía tienen mucho que aprender de él innumerables regímenes autoproclamados democráticos en el mundo occidental de nuestros días. En su panfleto “Un paso más, franceses, si queréis ser republicanos” y en su “Ideas sobre el modo de sanción de las leyes.”, Sade se revela como un pensador político muy avanzado para su época.

El autor de “La filosofía en el tocador” consideraba que las leyes deben ser propuestas por los diputados pero votadas directamente por el pueblo, porque reflexionaba que: “Para la sanción de las leyes hay que admitir a la parte del pueblo más maltratada por la suerte, y puesto que es a ella a quien la ley golpea con más frecuencia, a esa parte maltratada corresponde escoger la ley con que consiente ser golpeada…

El sabio alemán Eugen Duehren vio en Sade a “uno de los hombres más notables del Siglo XVIII, digamos, inclusive, de la humanidad moderna en general.

Muchos han señalado la impronta de Sade en las ideas de Nietzsche, Lamarck, Spencer, Freud…

Estudiosos de Sade de la estatura de Maurice Heine, Gilbert Lely, Maurice Blanchot, Theodor Adorno y Max Horkheimer, Pierre Klossowski, Philippe Sollers, Roland Barthes, Georges Bataille, Simone de Beauvoir, Colin Wilson, Jacques Lacan, Jacques Derrida, Octavio Paz, Oscar del Barco, Julia Kristeva … reconocen la importancia filosófica del sistema conceptual de Sade y el carácter visionario de muchos de sus planteamientos.

En su artículo "Kant con Sade" presente en sus "Escritos II"
, el psicoanalista y pensador francés Jacques Lacan, en muy similar orientación a la que desarrollan Adorno y Horkheimer en el significativo ensayo de estos dos filósofos titulado "Juliette, o ilustración y moral", (que forma parte de la obra "Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos."), estudia las relaciones observables entre ética libertina, ética del psicoanálisis, goce, deseo e Imperativo Categórico kantiano; muestra, además, la relación de simetría inversa existente entre las dos éticas mencionadas, y analiza la voluntad incondicional o Imperativo de Goce sadiano que vendría a operar en el pensamiento del autor de "Las 120 jornadas de Sodoma" como equivalente de un cierto Imperativo Categórico pervertido en Imperativo Hipotético... Fértil problemática filosófica ligada al tema ético-psicoanalítico de la perversión como "hacer semblante de gozar" (Braunstein).

En fin, como nos recuerda Apollinaire: “El Marqués de Sade, el espíritu más libre que hasta hoy haya existido sobre la tierra, participaba de unas creencias muy particulares sobre la mujer: deseaba que fuese tan libre como el hombre.

¡Qué paradigma de la maldad más extraño y contradictorio! ¿No os parece?

En síntesis, lo que quiero resaltar es el hecho de que a los grandes hombres como Sade, considerados en toda su complejidad, en el sentido que daba Lukács en su “Teoría de la Novela” a la categoría “hombre problemático”, debemos aproximarnos con cautela y respeto, no armados tan sólo con los limitados recursos del nemátodo, sino del más rico y matizado método y el respeto a la dimensión poliédrica de la verdad , muchas veces insólita, extraordinaria…

Cierro aquí, provisoriamente, estas muy breves reflexiones, con otra cita de mi aludido trabajo:

Y ensayo artístico al fin éste “nuestro” escrito, aquí retorna lo que sólo es una fábula:

Aquella del perro narcisista que mirándose reflejado en el agua mansa de un río, se antoja en espejo del trozo de carne que en la boca suspende su compañero cristalino. Conociendo ese final peligroso de la fábula: la corriente del río arrastra la carne del otro… ¡que es la nuestra!, digamos bajo la máscara de un Esopo lacaniano y post-moderno: afirmo el compromiso con el texto en el juego del humor, la pérdida y la herida. Descubro en el reverso del espejo la trama o la escritura del Otro sin clemencia…


Sade, por su parte, nos recuerda: "Sólo me dirijo a personas capaces de entender mis escritos, y éstas habrán de leerme sin peligro."





© Armando Almánzar Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.

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