domingo, 4 de noviembre de 2012

LA CRIMINALIDAD

"Y digo estas palabras con los ojos dirigidos, ciertamente, hacia las operaciones del alumbramiento; pero también hacia aquellos que, en una sociedad de la cual yo no me excluyo, desvían los ojos de lo que todavía es innombrable, de eso que se anuncia y que sólo puede anunciarse, tal como sucede siempre que tiene lugar un nacimiento, en la especie de la no-especie, en la forma informe, muda, infantil y terrorífica de la monstruosidad." Jacques Derrida.




Por Armando Almánzar-Botello


La delincuencia es de naturaleza multifactorial, según han podido determinar diversos estudios multi, inter y trans-disciplinarios realizados desde hace años por sociólogos, antropólogos, economistas y psicólogos sociales.

Podemos encontrar, en nuestras sociedades tercermundistas, tipos de criminalidad y delincuencia asociados preponderantemente a las violencias e inequidades que ejerce contra los sujetos el conjunto del campo social con su red de poderes estratificados, articulados por aquello que Foucault denominaba la capilaridad o microfísica del poder.

En este caso, la violencia criminal puede estar coligada a la exclusión, a la marginalidad, a la ausencia de oportunidades para el desarrollo personal de los individuos; en fin, a la llamada sub-cultura de la pobreza (Oscar Lewis) que funciona en el corazón y en los márgenes del sistema capitalista. En aquella zona-sombra que Franco Basaglia denominaba en un libro homónimo “la mayoría marginada”.

En otras sociedades, por el contrario, la criminalidad y la violencia no están relacionadas tan vigorosamente, de un modo lineal o directo, con políticas públicas injustas o insuficientes. Por ejemplo, los índices de violencia en ciertos países de Europa Nórdica no se correlacionan de modo significativo con deficiencias de servicios o de atención estatal a las necesidades de los ciudadanos. En ese contexto, la delincuencia está ligada con mayor intensidad a un problema de naturaleza antropológico-psiquiátrica y socio-existencial: el tedio colectivo y la soledad. No es casual que Ingmar Bergman sea uno de los artistas más representativos de Suecia… 

Aunque la crisis del capitalismo sea global, sus estallidos y violencias se modulan de modo diferente en cada contexto socio-económico, histórico y político-cultural.

No debemos, en el caso de países como el nuestro, aquejados por profundas inequidades y deficiencias histórico-institucionales, intentar secuestrar las causas de la delincuencia, la criminalidad y la violencia en sentido general en el seno de las estructuras familiares. Es una visión reduccionista, perversa e interesada, que sólo beneficia a los que pretenden encontrar las causas del problema en una dimensión moral o religiosa ajena a las reivindicaciones sociales y a los cambios requeridos en las estructuras injustas de poder.

No obstante, no debemos olvidar también que la familia, recuperada por los poderes como un “aparato ideológico más del Estado” (Louis Althusser), junto a la llamada educación bancaria (P. Freire), el orden psiquiátrico y policial, el sistema penitenciario, etc., constituye una instancia de lo social que opera como espacio de producción de subjetividad, de subjetivación/desubjetivación.

No existe lo social como un “afuera” del recinto familiar: la familia es parte de las estructuras sociales.

Todo traumatismo de "de-culturación", todo proceso padecido de "de-simbolización", toda inequidad desmesurada en la distribución de capitales económicos, sociales y simbólicos, genera violencia difusa en la territorialidad social y ésta se puede transformar, entre otras modalidades de disfunción y conflicto, en delincuencia y criminalidad.

La drogadicción y el narcotráfico, la crisis de los valores morales y religiosos tradicionales, los traumatismos que resultan del impacto de la violencia telemediática espectacular y planetarizada, son factores heteróclitos que vienen a sumarse al incremento de la violencia difusa en el tejido social con la subsiguiente cristalización de dicha pulsión destructiva en criminalidad, delincuencia o terrorismo.

Este reconocimiento debe comportar un manejo no mecanicista de los problemas micropolíticos que plantean la criminalidad o la delincuencia en sus relaciones con el contexto familiar y las “ideologías familiaristas”.

Siempre habrá familia, históricamente variable en sus estructuras, entendido dicho contexto contractual de interacción humana como espacio transhistórico de producción de subjetividad, de "generación" y de "degeneración" de sujetos.

La estructura familiar existente en la mayoría del pueblo dominicano es un espacio cargado de rasgos “distópicos” que refleja y/o filtra la violencia ejercida contra los sujetos parentales por un contexto más amplio de naturaleza económico-social, educacional y político-jurídica profundamente excluyente e injusto.

Podemos hablar de una violencia siniestra contra la familia, contra los sectores populares, contra nuestras endebles estructuras civiles y tejidos sociales, contra la mayoría en sentido general, ejercida por el biopoder y sus agentes oligárquicos propietarios del capital político, industrial, comercial y financiero, funcionando en un marco de profunda inequidad.

La ausencia de figura paterna o la figura del padre violento-violentado por los poderes macro-sociales; la violencia multidimensional contra la mujer, la integración prematura de los niños a los circuitos informales de producción con el descuido de sus procesos primarios de socialización y de escolarización adecuada, la carencia de bienes y servicios básicos, etc., son factores que dan testimonio de la violencia que ejerce el Poder contra la familia, contra lo múltiple y contra el sujeto.

Esta violencia que le llega desde arriba al hombre común, acompañada por el “modelo de mala conducta” (Linton) que ofrecen los agentes sociales dominantes en su calidad de guardianes perversos de dicho ordenamiento esencialmente anti-democrático, crea un campo propicio para la proliferación de la violencia criminal en todo el espacio societal .

Una de las deficiencias del pensamiento marxista clásico es la imposibilidad de pensar al sujeto ideológico y su proceso de producción.

Ese espacio de generación de ideología está constituido en un primer tiempo lógico y cronológico por la familia y sus mecanismos de socialización primaria. Cualquier violencia intrafamiliar está parcialmente sobre-codificada por una violencia social más amplia y envolvente que procede del Estado y de los poderes fácticos, pero, en una relación endo-exo-causal compleja (E. Morin), toda violencia familiar impacta a su vez, directa o indirectamente, sobre todo el entramado social.

Marx no podía pensar en su tiempo el problema de la producción de subjetividad e ideología por falta de las herramientas conceptuales necesarias para ello y por un problema histórico de episteme o ritmo de invención teorética en el campo de los saberes constituidos epocalmente y en proceso de constitución.

Para pensar al sujeto se necesita de la antropología estructural moderna, de la lingüística moderna y del psicoanálisis, disciplinas que no existían como tales en la época de Marx.

Por ello, el gran filósofo y economista alemán sólo alcanza a pensar la sociedad y la lucha de clases en términos de “vastas totalidades sistemáticas”, pero sin aprehender las instancias meso-estructurales y micro-políticas que posibilitan el funcionamiento de la compleja capilaridad de los poderes y el más soterrado ejercicio de la injusticia y la violencia, por parte de los diversos estamentos de dominio, contra la familia, el sujeto y la multiplicidad social, contra la comunidad por venir en su diversidad polimórfica.



© Armando Almánzar-Botello
Santo Domingo, República Dominicana

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