miércoles, 29 de mayo de 2013

Francis Bacon, vuelve. Slaughterhouse’s Crucifixion

A la memoria de Gilles Deleuze, quien acaso hubiese podido suscribir también este poema.

                                       
                                                   Francis Bacon. Pintura, 1946.


Por Armando Almánzar-Botello




Soledad de paraguas no percibe
la que indiferente crea, todavía.
Curva,
ciego trazo, negrura soberana, mancha informe
del pigmento. Sangra rota la textura por el filo
de la espátula. Eso raspa.
Slaughterhouse’s Crucifixion.

¡Oh sufriente madero del olivo!
Atroz y chorreante cuerpo cierto interminable.
Slaughterhouse’s Crucifixion.

Un dolor atónito que tiembla gusano que se arrastra
lento por la tela en coágulo imprevisto.
Carne abierta que no cesa. Slaughterhouse’s
Crucifixion.

                    En garfio suspendida la belleza desollada.

La mano, con trapo frota, loca, orienta
la hemorragia, enturbia frente y labios…
despega, en el aire del instinto, el oscuro
paraguas del miedo casi un ave.

Con duro hierro araña, corta marca labra
-garra del halcón, cuchilla enardecida-
la mano:
azar transfigurado, caníbal
boca ciega.
Un puño, tremendo,
golpea sobre un lienzo el diagrama contingente
de las fuerzas... Accidente utilizable...

Chorro ardiente que perturba el esquema visual
configurado.
Borra un ojo, vuela un trazo, plata
líquida los labios, mancha viva que se expande,
pincel que muerde, arde, látigo erguido,
torso que sangra.
Hambre gruñida del abismo en retorno animal 
de rostro en fuga.
Obsceno, ameboide hocico proteiforme.

Gotas por la tela: sangre. Mercurio, semen, leche oscura:
centrífugas manadas de la mente.
Roto sinsentido musical en devenir omnímodo de glandes.

Bombardeo tecnológico del miedo.
Cámara de gas. Matadero:
Vibra la carne intensamente cerdos, bueyes y corderos,
pájaros, mandriles, escorpiones... malvaviscos...
Pero no. Flor de fango erógena la mano,
indecisa aletea solitaria, sangra y sonora
impredecible tiembla. En gesto disolvente
se despoja, se desnombra, cae a fondo,
                                                               raspa,
cangrejo renegrido, arroja sus pulsiones agrias en este
trapo insomne.
                        Violencia disonante de la tinta.
Carne grita sombra en espacio que no piensa. Gime.
Siente. Pero no. La tela, el velo, su naranja:
borra. Vibra cuchillo nuevamente.
                                                        Duele la piel, 

hondo.
            Cual monstruos dedos machos mastican
rotos dientes del piano flores blancas.
                                                           Aceitan, entintan,
percuten teclas negras. El óleo se levanta:
                                                                    ondula,
violento,
                 seminal,
rabiando el zumbido del motor su chorro de agua / pintura 

sobre un lienzo.

Rojo Verde Negro.
Virgo Virga Sangre.

Con un trapo en la cabeza -enigmático,
tríptico animal- horror de carne proferida,
dolorosa virgen rota:
Verga ciega tubular dentada gruñe profecías.
Slaughterhouse’s Crucifixion.
Pensó primero Anunciación, luego, escrito Sacrificio.
Arcos rotos de la luz preludian los gemidos.
Bombardeo tecnológico del miedo.
                                                         Matadero.

La mano alumbra, traza: sangre, Furias,
                                                                 hierba,
oscuros cortinajes de cartílago/ectoplasma.
Espectros del violeta. Huracán su gris
de fondo en aullido congelado. Horror fosforescente…
pero no…

Fría y tenue la luz de la bombilla en la
                                                              escalera:
resopla, asciende, asoma y lo
desdobla su perfil el asesino. Una oreja corta,
cae,
         disemina,
                          pintura que lo escupe,
                                                                gotea...

Silencia un ojo alguien: lepra del azogue.
La cara, de fuerzas contamina, grita incertidumbre,
se deforma, estalla:
rota la figura mancha olvido para espejo.
La brocha, tiempo, espuma: en hombre desnudo se resuelve…
De fósforo las letras,
                                  periódico vacío, in memóriam:
Carne blanda cotidiana se rasura su cadáver de etiqueta por un día.
                                        Cacare, ergo sum.

Exquisita porcelana de inodoro pensativo.
Sombra espesa solitaria mana el cuerpo. Se levanta,
oscura de tentáculos palpita, abre un cuarto sordo, negro,
explora lo imposible.
                                  Allí la imagen sangra mordida por lo
informe, terribles Euménides…
Un trazo, figural de armiño en los pinceles, bordea el agujero.
Cae de la boca el goce a lo innombrable…

Pero no, es plagio ya decir tiniebla en la tiniebla.
Tu llave gira, fría…
Podrido el pensamiento, al encender la luz, hierve,
su hondo tropel de ratas locas…

Armada y rota de violines la mano huracanada,
luz desangra cenital violenta sobre un lienzo, neutro
todavía…
                 Turbio espacio en un reflejo se disuelve:
Plaza. Templo. Matadero:
Carne loca convulsa enjaulada confundida en
fluir de toro y hombre.
Tauromaquia de la furia que deviene
pedazo de tiniebla manando su aullido.

Danza oscuro el líquido bifronte.
Negro vómito de abismo sobre el miedo.

Aislante vitrina del insomnio, espejo que desnombra,
libros en el polvo. Fotos de
fantasmas mordidos por el semen, pinceles del horror,
ausencia herida.
                          Desangrada soledad en el estudio:
Ciego caos gruñendo
                                  prisionero bajo llave. Carcajada
grotesca del azar en un bolsillo…

Escupe al fin torero la tinta transitoria,
hondo el texto de tu carne a la página
                                                             de nada.
Y rueden letras lentas
                                    por la arena de tu cuarto…
          Goteando sangre y luna tatuada de persianas, muerde
                                     lógicos barrotes.
La bombilla del recuerdo en el cubo del desastre
-olvido en la escritura-
espesa y fría recámara oscura de silencio…

Nave de los locos, rara joya del delirio:
Brilla ebrio el bar su risa en alta noche.
Desgarrados alcoholes del jazz y
de la mente, pensamientos
retorcidos de un saxo
que te envuelve -pulpo verga floreciendo, saliva dientes lengua-
y sumerge poco a poco en el vaso azul de humo
la evidencia palpitante de un vértigo de carne,
la boca metafísica y su sexo de neón.

Escritura revertida/líquida en espejo el
Adentro llueve Afuera:
negra vulva del espanto anaranjado.
                                                         En abismo suspendida 
Otro pinta su pintar.
                             Exquisita porcelana de inodoro que la piensa.
Tina patas de león, agua discursiva
con su luz rememorante. Amarillo rojo azul …

Aporético el poema se dispersa en tuberías:
coágulo de nada,
                            oscuro vómito de insomnio,
sangre lúcida del sueño, excremento de la mente
ausente que no miente.
                                      Remolino inconsciente,
agua lustral que mana de la vida…¡Clack! ¡uoaaahhhh!...

Pero no ¡coño! aquí no hay expresionismo nuevo, digo 
-el párate y dispárate con tu abstracto disparate-
ni torpe testimonio edificante,
ni difícil equilibrio ilustrativo,
ni frígida muleta resentida contra un
juego frotativo de cricas neobarrosas…

Muy afuera en roto adentro, in memóriam
-por la tela en su reverso-
tenaz fluye la muerte su rata en los escombros...

Se acerca, resopla, se aleja: Pictor ignotus.

Algo ciego ensombra sus manos cuando piensa.
Algo corta y gruñe por la tela cuando pinta.
Desatada tauromaquia del instinto.
Banda corporal que a sí misma se devora tinta en
miedo invertido y se retuerce. Magnetismo del vacío.
Trapecismo de la carne sobre huesos pendulares.

Resopla, se aleja, se acerca: Pictor ignotus.
Descorre una cortina:
En garfio suspendida la belleza eviscerada.
Slaughterhouse’s Crucifixion.
          Violeta rojo negro…

Aquí no hay postvanguardismo ¡coño! ni
sujet supposé savoir de lo mirado, ni
poética supuesta del pintar y otras pamplinas.

Para mejor concentrarse algo en sangre se
disuelve, se licúa, se dispersa. Para mejor
estallar algo en negro se concentra.

Testigos de su muerte:
                                     periódico en el piso,
hurtada escena de la letra,
lavabo frío del vértigo.

Hay diástole en la sístole.
Hay sístole en la diástole.

Dispersos por la luz, desposeídos,
copulan acoplados los cuerpos con
su sombra. ¡Oh júbilo que sangra!

Así respira la figura a
través de la membrana.
Deviene la estructura en su firmeza de
homogénea apariencia invulnerable,
duros dientecillos del abismo, nalgas,
piernas, glandes, amplios costillares,
frágil campo vectorial de carne rosa y turbulenta.
O lo inverso:
Se instilan los cuerpos fluidos que atraviesan los umbrales,
la membrana, los contornos -gota a gota retumbando- en el fondo vibrante luminoso 
donde trazo y figura se dispersan.
Amarillo rojo azul violeta verde anaranjado…

Por el túnel diminuto de la aguja todo el cuerpo retrocede a la jeringa.
Mar de luz originaria sin hombre todavía y su mirar oscuro.
¡Oh vida microscópica del tacto!
Intensa superficie imperceptible. Piel estrujada, confundida, duele,
con su fondo y con su altura sobre un plano indiscernidos,
con su cielo y con su abismo al fin resueltos,
en música que arde al dios que fluye desgarrando la conciencia estremecida... Mar...

Y así, mirada insomne, goza ríspida y secreta la textura, 
abre intenso un ojo testigo en la materia, racimos inmanentes 
de ojos en el tacto, pupilas en el gusto, en oído y en olfato, 
fotones en la mente. Vergas visionarias y altas vulvas de la carne.
Afuera del afuera: tenaz la vida fluye su rata en los escombros…
Milagro miserable, mas milagro.

¿Por qué alguien escribe, pinta, miente?
Al borde de otro cuerpo, desnudo precipicio,
la mano ardiendo late: hambre absorta en vocación de abismo suspendida.

Algo ciego gruñe por la tela cuando sangra: luz rabiosa originaria del toro y de los glandes.
Tenue la bombilla en el pasillo ilimitado fosforescen de colmillos locas bocas en el grito. 
Confundidas con el semen las caras se derriten por debajo de las puertas y descienden la escalera…
Sombría luz del vino. Intensa la caída visceral sobre los lienzos.

Derrumbe de sí mismo en duro afuera: Autorretrato. Sombría luz del vino... 
entinta las mucosas del adentro, barre con esponjas 
la materia, palpita, supura, se invagina de otro en su distancia,
                             de pápulas clítoris testículos,
esfínteres forúnculos tatuajes: Nocturno cazador de Nadie.

Portraits and Self-Portraits: estallidos de la luz en negro espejo: 
posiciones radiográficas del rostro que se pierde.
Condensa en un instante su perfil el asesino, rabia de pinceles 
y de espátulas. Torso que deviene retorcido,
herida, semen, lodo, sangre.
Se encharca dios en malva triste su carne
                                                                    vulnerada, 

    su flujo leopardo goteando labios rotos.
                                                                    Coitus reservatus
                                                                    Coitus interruptus
                                                                    Deus absconditus

Placas radiográficas de Ausencia…

Rotos labios derrotados del orgasmo beben muerte. Vaso
de neón, espíritu del vino loco andrógino que sangra.
Dientes borran los umbrales de la carne sorprendida. Pero no:
               lejano el ascensor y su latido sordo en la placenta ciega del hotel ausente, oscuro corredor interminable 
que parece conducir 
hasta el infierno, resoplantes cañerías del misterio:
asómase la tarde a través de las persianas.

De puntillas cautelosa la penumbra por los cuartos…
Vestida de neblina,
lento azul en ascensor sube la noche.

Puta en rojo es la ciudad entreabierta en los espejos…

Ahora, las sábanas revueltas, indómito rumor de los cuerpos enlazados. Resplandecen las manchas con la risa. Sobrevive 
su goce al epitafio…

Detente: contempla lo vivido. Algo extraño alumbra la carne cuando siente. Algo turbio ensombra los dedos cuando pintan 
y el óleo se levanta. Algo loco asombra las manos cuando piensan, 

su hombre se maquilla la bestia en cuarto oscuro, aletean                 solitarias de nuevo sobre un lienzo fría luz de los escombros.

Por la página perdida y la tela desgarrada, remotos ya la música, 
la fiesta, los licores, la imagen se maquilla su hombre
en roto espejo.

Por el río de ciudades de la mente y sus noches de neón ensangrentado: 
palpables transeúntes del deseo. Por el óleo imprevisible y la textura de sus cuerpos: centrífugas manadas del pigmento y su memoria.

Surtidor de agua en el desierto:
¡Francis Bacon, vuelve!…






Poema escrito en julio de 2006 y publicado por primera vez en la revista País Cultural, órgano del Ministerio de Cultura de República Dominicana. Año 1, número 2, octubre 2006. La presente versión ha sido tomada del libro de Armando Almánzar Botello titulado: "Francis Bacon, Vuelve. Slaughterhouse's Crucifixion" , Editora Angeles de Fierro, 2007. San Francisco de Macorís. R.D. 



Copyright © Armando Almánzar-Botello
Santo Domingo, República Dominicana.

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