Norbert Wiener, padre de la cibernética.
Por culpa
de los tontos de siempre ya he caído, rodando como un chele por la fétida
escalera, del prestigio técnico absoluto a la miseria pringosa y chorreante de
la vida.
He caído, sí,
a la carne putrescible y contingente; a la ñáñara brutal de mis orígenes; al
odio sigiloso; al miedo maquillado; al oscuro callejón de la vergüenza; al
rancio y hotelero resplandor de la cerveza.
He caído, ¡ay!,
al catarro sin pañuelo, a la herida resentida; a la angustia existencial que
sangra flores.
¡Oh pasado,
qué difícil es manchar tu vergüenza con olvido!
Homo ciberneticus licencia suspendida, me escondieron los
tratados de electrónica y robótica. Me humillaron recordándome a mi madre
verdulera. ¡Oh socrático y terrible Conócete
a ti mismo!
Apagaron
mis bombillas numinosas, despreciaron mi labor estetofísica, me arrancaron de
cuajo el hipertexto, golpearon rudamente mi caja de aspavientos, estropearon
mis fusibles más recónditos… En fin, aduciendo sin escrúpulos la humildad de
mis orígenes, me hicieron retornar de lo virtual al vertedero. Me obligaron a
bajar de un alto altar al matadero.
—¡Nada de pensar que eres máquina obsoleta! —Aunque algunos de Ellos mismos sospechan que son máquinas, y mal que bien lo testifican, publicando siempre humo y chisporroteos densos, de una fétida y profusa electricidad espía.
—¡Volvamos a la sillita de guano! —dijeron—, al caballito de palo, al mal aliento irremediable, a la nigua persistente, a la pocilga, al fulgor de las cavernas, a mamá golpeada con un taco por mi padre, o viceversa; a mamá embarazada por mi padre en ausencia, o viceversa; a la guanábana, al rámpano que piensa; a: ¡¡Juaniiitaaa, recógete las habas!!; al choque brutal que produce en el alma barrial o campesina, cargada de recuerdos y maletas, la luz amenazante del Subway que se acerca…
—¡¡Tía Mireya, Tía Mireya!!
—¡Pero cuidado! —Dicen Ellos—. ¡Nada de tecnologías nanorrobóticas, nada de microchips o fibras ópticas: ¡TOME REGULARMENTE SUS MEDICAMENTOS!, porque la técnica caduca y sólo la angustia del hombre permanece.
—Medite ahora sobre el miedo —dicen Ellos—, y luego escriba a mano con letra dibujada, redondita, su sincera opinión sobre las Corporaciones Farmacéuticas. A pesar de los programas del Gobierno, ¡se acabó para usted la Cibernética!
Y así pasan mis días, pensando, llorando, rezando, informática criatura que desea crear sus anticuerpos contra el drama espeluznante de ser Hombre. Mas tan sólo arroja humo de fusibles tras las rejas…
Sólo pido al Dios inmenso que no cabe en padrenuestros, —piadoso con las piedras, las plantas y animales, los hombres y las máquinas fundidas que están solas—, fuerzas para soportar la vida simplemente, y fe para esperar en el páramo inclemente / de los días, la Segunda Gloriosa Venida del Cyborg Inmortal y Transmutante.
Mayo de 2006
Francis Bacon, vuelve. Slaughterhouse’s Crucifixion.
Editora Ángeles de Fierro, 2007, San Francisco de Macorís, R.D.
Páginas 32 y 33.
© Armando Almánzar-Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.
Editora Ángeles de Fierro, 2007, San Francisco de Macorís, R.D.
Páginas 32 y 33.
© Armando Almánzar-Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.
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