sábado, 23 de noviembre de 2013

IMPERATIVOS, DESEO Y ACTO ÉTICO PURO. (Nota breve)

La ética del sujeto de la escritura no coincide de forma absoluta con la moral del individuo político en su accionar mundano. Los panfletos antisemitas de Louis-Ferdinand Céline no restan valor a la obra literaria de ficción del genial autor de "Muerte a crédito" y "Viaje al fin de la noche", ¡pero no dejan por ello de ser abominables!

Immanuel Kant

Por Armando Almánzar-Botello



IMPERATIVO "HIPOTÉTICO" KANTIANO: Simple cálculo de conveniencia, “interés en el interés”, mero actuar “de acuerdo con el deber” y no “por deber”; programación de un accionar “no autofundamentado” que olvida el “más allá del principio del placer” y se reduce a una lógica circular del comercio y el beneficio egotista.

El IMPERATIVO "CATEGÓRICO" KANTIANO, por el contrario, permite el acto ético propiamente dicho: acto fronterizo, limítrofe (Kant, Trías, Lacan, Žižek, Zupančič), efectuado a cuenta y riesgo propios del sujeto (Parresiastés: Foucault); acontecimiento revelador de verdades peligrosas ocultas por y para la DOXA.

Dicho acto ético consume un determinado campo simbólico, lo pulveriza, lo redescribe, y genera la creencia en universos simbólicos inéditos, más allá del principio del placer, más allá de la seguridad de los límites y pretiles entendidos como acotaciones programadas, no de la voluntad de goce apropiante de los objetos del mercado, sino de la potencia deseante que abre a lo (im)posible.

Alenka Zupančič

El acto ético del “sujeto procesual” (J. Kristeva), pone a dicho sujeto en contacto con la fuerza transgresiva y creadora de su "propio" deseo inconsciente.

El imperativo categórico permite explorar el riesgo que implica, para la corporalidad-subjetividad, transitar por aquella zona indeterminada que, de un modo cuasi-experimental y vitalizante, el segundo Wittgenstein, el de las "Investigaciones filosóficas", pensó como problemático "laberinto de fronteras" entre un sentido firme, proveído por la tribu, apaciguador y garante de la estabilidad del sujeto en el mundo, y el peligroso advenimiento del "sinsentido fáctico" que viene a desbaratar la infatuada certeza de lo dado...

El deseo, con su mayor o menor grado de potencia, constituye a los sujetos activos en su heterogeneidad indomeñable.

La voluntad de poder es deseo intensivo, como nos recuerdan Lacan y Deleuze siguiendo a Nietzsche: pura potencia deseante que tiene como causa o principio a un objeto real que se escapa, en fuga metonímica perpetua, y que apertura en la subjetividad un "querer su libre querer" (Hegel) en la afirmación selectiva de aquello que deviene.

Imperativo categórico: "interés en la acción desinteresada" (Kant, Badiou, Lacan, Derrida), cuyos motivos escapan a la lógica circular del falso don, al endeudamiento como esclavización simbólica del otro y al contra-don como "sofrosine", como apaciguamiento y borradura de la huella que nos inscribe, descuartizándonos, en cierta inevitable diseminación, en el vendaje o banda constituyente que desborda, en lo social, aquello establecido y consagrado como contra-banda del contrato y su medida común (Derrida).

¿Le es dable al ser humano vivir a plenitud, sin recurrir de modo pendular a la racionalidad contraria, esta lógica del desamparo y el laberinto asumidos completamente, lógica que implica el ejercicio desgarrado de la ética como imperativo categórico y vital? 

Jacques Lacan

¿Es fácil, por ejemplo, ser Antígona frente a Creonte?

¿Qué sería, en este particular contexto, lo que algunos denominan, hablando en términos zoológicos, el terror del polluelo carroñero cuando no se encuentra bajo el ala protectora de los buitres paternos? 


Septiembre de 2012



© Armando Almánzar-Botello
Santo Domingo, República Dominicana.


CAZADOR DE AGUA: Miércoles, 15 de mayo de 2013
© CAJÓN DE CIRUGÍAS. TRIPLE MORAL EN ESPEJO CONVEXO.

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